mi patria no cae, tropieza o resbala
se pone de pie, se limpia la cara
contar esta historia
mi patria no cae, una y mil veces
tropieza o resbala
no la borres de tu mente
se pone de pie
por nuestros muertos
que cayeron vilmente
se limpia la cara
La canción de Pablo Escobar «El patrón del mal»
Al entrar la semana pasada en el Casino camino del gimnasio vi mucho policía e inusuales controles de seguridad. “Es que viene a dar una conferencia el Presidente de Colombia”, me dijo el conserje. Un gran cartel explicaba el tema: “Invertir en Colombia”. Si hubiera llevado corbata habría intentado sumarme al almuerzo. Colombia, por varias razones, me ha interesado desde hace mucho tiempo, pero no podía entrar así y me fui al gimnasio. Terminé cuando la gente empezaba a llegar al acto y me encontré con Emilio Gil Olmo, vicepresidente ejecutivo de la Fundación Telefónica y buen amigo. Hablamos un momento. Le recordé que hacía ya algunos años había escrito un artículo en “El País” expresando mi admiración por la forma en la que Colombia aguantaba el tremendo cáncer de la guerrilla y el narcotráfico. Emilio compartía mi admiración por Colombia y me dijo que ya me contaría sus impresiones del debate. Al regresar a casa busqué el artículo y lo volví a leer. La verdad es que no me pareció nada mal. Aquí incluyo, extractado, lo que me parece más relevante (pinchar aquí para el artículo completo)
Y, A PESAR DE TODO, VIVE COLOMBIA
Publicado en El País el 19 de junio de 1996
No pasa día sin que nos lleguen de Colombia noticias de primera página, a cual más dramática o llamativa. Siguiendo paso a paso, de sobresalto en sobresalto, las tribulaciones del presidente y de los altos cargos del Estado, las acciones cada vez más osadas de una guerrilla envalentonada, el culebrón permanente de los capos del narcotráfico, y un parte diario con más muertes violentas que en países en guerra, habría que concluir que el país está en fase terminal. Y sin embargo, no es así, (…) el país está vivo: décadas de vendavales políticos y sociales no han impedido que el crecimiento económico de Colombia en los últimos 20 años sea de los más altos y sostenidos de América Latina. ¿Cómo se explica una situación tan contradictoria, tan paradójica? (…). Una especie de savia vertebradora, constituyente, habrá de existir para que una sociedad al borde del abismo, como alguien ha dicho, siga viva y con deseos de seguir viviendo.
Y es que Colombia no es sólo narcotráfico, guerrilla, catástrofes, es también una sociedad de gentes tranquilas, cordiales y generosas; que impresionan por su preparación, su calor humano y, no digamos, por la rara perfección del español que hablaban (…) Existe una sociedad civil que, contra viento y marea, sigue funcionando y abriéndose paso en un país que uno pudiera imaginar totalmente paralizado por la desmoralización (…)
Pero así no se puede vivir(…) no hay más remedio que retornar a la política, tan dramáticamente desacreditada, para hablar del insustituible papel de un Estado fuerte, capaz de anticipar, comprender y resolver los conflictos inherentes a la vida moderna y de respetar y hacer respetar las reglas del juego, para salir del atolladero colombiano. Sin un Estado así no hay sociedad civil que aguante durante mucho tiempo. Porque la sociedad que trata de sustituir al Estado, lo corrompe todo, y puede secar definitivamente las iniciativas que todavía riegan afortunadamente el tejido social.
Colombia necesita ahora, con urgencia, recobrar la confianza en el Estado. Y es la sociedad civil, la “buena”, la primera interesada en que esto sea así. Porque, si en condiciones tan adversas la sociedad colombiana ha logrado seguir viva…
Han pasado 17 años desde que se publicó este artículo. Su mensaje de fondo tiene un valor universal: el Estado democrático debe prevalecer sobre los poderes paralelos que se establezcan al margen de la Ley. Sociedad civil y Estado democrático deben avanzar juntos, en la misma dirección…
A propósito de Colombia, ahora, 17 años después, me vuelvo a preguntar: si en condiciones tan adversas la sociedad colombiana siguió manteniendo su brío y su empuje ¡qué no podrá hacer ahora cuando el país es ya otro! ¿Nos podemos imaginar lo que podría llegar a ser Colombia si esa sociedad malsana de la guerrilla y el narcotráfico se pusiera al servicio del desarrollo del país dentro de un orden democrática? Es una ilusión, una utopía… Sí, lo sé, pero podemos pensar que es posible porque ahora las cosas empiezan a ser diferentes. A fin de cuentas, como nos recordaba ayer mismo Martínez de Pisón en una fantástica -en todos los sentidos- conferencia sobre las islas, la utopía no es un lugar; es una dirección.
El presiente Santos en el Casino habló naturalmente de economía, pero habló también, según me comentó Gil Olmo, de seguridad jurídica y de horizontes de paz. El país es ya otro. Paz y seguridad cambian el panorama. Las negociaciones con las FARC -con todos los riesgos que llevan consigo y que Santos no ocultó- permiten vislumbrar un horizonte esperanzador para Colombia y los colombianos. El Estado democrático gana terreno y la política toma el relevo de la sinrazón. Si los “activos” –que son muchos- de la sociedad colombiana se suman de forma armónica y complementaria, acabarán multiplicándose exponencialmente sus posibilidades de crecimiento social, cultural, económico. Porque Colombia, ahora, lo tiene todo para desarrollarse de acuerdo con sus verdaderas “potencialidades”. Tiene la posibilidad cierta de vivir a favor de corriente, de las fecundas y valiosas corrientes internas de su sociedad civil. El viento sopla a favor de Colombia. Sobra ya el “a pesar de todo” de 1996.