Todos sabemos que una vida humana vale más que la vida de un pájaro, pero ¿vale más mi pequeña y triste vida que toda una especie?
J Franzen
Una simple frase, dejada caer sin mayor intención y quizás un poco alegremente, en mi última entrada, ha dado lugar a un debate sobre el tema de la naturaleza y de la ecología que espero haya interesado a los seguidores de este blog.
Pranjal Raduah, el emprendedor social al que dedicaba mi escrito, me había hablado con entusiasmo y con cierta preocupación de la rica biodiversidad de la zona del nordeste de la India en la que vive y trabaja. Eso es lo que intenté trasladar al lector al decir que el escenario en el que Pranjal se movía para detener el éxodo masivo de los agricultores de su región era: “de gran belleza, pero también de gran fragilidad”. No imaginaba que esa afirmación aparentemente inocua, fuera a provocar la reacción enérgica y, al menos formalmente, airada, de un atento e inteligente lector de estos escritos: “¿Cómo que algo de la naturaleza es frágil? Nada lo es en la naturaleza”. A partir de ahí Canel, que de él se trata, hacía patente su desacuerdo con los “ecologistas” y, en general, con los que “hacen bandera de su amor por la naturaleza” y se creen con derecho a tomar decisiones para su protección. Bueno, pues lo mismo estoy yo ahí metido, pensé, o quizás no, quien sabe, porque la verdad es que no sé si soy propiamente un ecologista.
Desde luego he hecho profesión de mi amor por la naturaleza y me posicioné claramente “A favor del Guadarrama” en un libro que publiqué hace ya algún tiempo y sigo haciéndolo en los últimos años al defender el Parque Nacional en mis artículos de ABC (él más reciente sobre el Patronato del Parque). Es decir, he tomado partido, aún sabiendo que el significado de “estar a favor del Guadarrama” no es tan obvio como pudiera parecer. ¿Quién puede estar en contra del Guadarrama?, me podría decir con toda razón Canel… En realidad, estoy a favor de una “forma” de entender, de contemplar, de vivir nuestra Sierra y creo que tengo todo el derecho del mundo a defenderla. Dejo de lado la “forma” personal, la sentimental, la de cada uno (que también es importante) y me quedo, por ahora, con una “forma” de entender el paisaje que quisiera que fuera universal, o que, al menos, tendiera a serlo. En eso sí estoy comprometido.
Es muy probable que cuando el ministro Sánchez Bella proyectó construir un Parador de turismo en la carretera de la Republica, es decir, pegado a los Siete Picos, pensaba que hacía algo bueno por el Guadarrama. Entonces puse el grito en el cielo en el pregón que pronuncié en la fiestas de Cercedilla en 1975. Eran dos formas radicalmente diferentes de entender la relación que debemos de mantener con el entorno natural y el “desarrollo” humano.
Afortunadamente se impuso el buen sentido y el Parador quedó en el olvido, pero no otros proyectos, relacionados, la mayoría, con el maldito ladrillo, que fueron deteriorando paulatinamente el paisaje serrano. He hecho lo que he podido para evitar algunas tropelías pero no me considero talibán ni siquiera, ya lo dije, estoy seguro de ser ecologista. Como escribió Pessoa “no tengo filosofía ni conocimientos, tengo sentidos”, y si hablo de naturaleza no es porque sepa lo que es (¿quién lo sabe?), sino porque la amo, nací en ella, la he percibido. Eso es todo, mucho en algún sentido, pero poco para discutir con seriedad y rigor de estos asuntos. Por eso he pedido a mis “maestros” que intervinieran en este debate y ahí están sus opiniones.
Estoy de acuerdo con Canel cuando abomina de los talibanes y los inquisidores. Yo también abomino de ellos e incluso he sufrido sus intemperancias en alguna ocasión. Pero tenemos que empezar a asimilar un buen número de “verdades incómodas”. La naturaleza no es frágil, lo es el hombre y su conciencia, su mala conciencia. Debemos de protegernos de nosotros mismos. Nos va mucho en ello. Porque también somos naturaleza, parte de ella. Porque el futuro de nuestros hijos es también el nuestro, y, en ocasiones, sin darnos cuenta, lo hipotecamos malamente por falta de perspectiva. No vamos más lejos de eso. No podemos hacerlo. No te preocupes Canel, fuera de la ecología, de moda o no de moda, sí que hay salvación. Pero dentro también: la verdad es siempre la verdad, dígala Agamenón o su porquero. Y en medio de las hojarascas de las ideologías y de los intereses, más allá de los árboles que no nos dejan ver el bosque, deberíamos de ser capaces de reconocer y asimilar esas “verdades incómodas” sobre el daño real que nos estamos infringiendo a nosotros mismos. Todo es cuestión de sensibilidad, de sentido común y de buena voluntad.