PUDIMOS EN EL 78, PODREMOS EN 2015

De aquí no se va nadie…

Antes hay que deshacer este entuerto…

Y hay que resolverlo entre todos,

y hay que resolverlo sin cobardía,

sin huir.

León Felipe

El niño de Vallecas

Publicado en ABC el 13 de enero de 2015

Nosotros, los de la “generación del 56”, muchos ya octogenarios o casi, y los de la generación que nos siguió, ya también talluditos, pudimos lograr algo que parecía imposible: la transición a un sistema democrático. Hicimos lo que pudimos y como pudimos, con los resortes que teníamos, con más voluntad que experiencia y conocimiento.

Quienes no la vivieron -y es evidente que los que ahora la ponen irresponsablemente en tela de juicio solo hablan de oídas- podrían llegar a pensar que la pacífica y civilizada transición de un régimen autoritario a un régimen de libertades que se produce tras la muerte de Franco fue un auténtico milagro. Claro que podrían pensar y decir también lo contrario: que aquello no fue sino un somero retoque de imagen para que los mismos siguieran en el poder.

Ni milagro ni mascarada. La situación política y social sufrió un cambio profundo en el que participamos la mayoría de los españoles. Hubo naturalmente de todo: acuerdos y “componendas”, compromisos firmes de cambio y adaptaciones interesadas. Era el tiempo de la conciliación, el tiempo del pacto social y del consenso político por el bien del futuro democrático del país. Y todos, unos más convencidos y otros menos, arrimamos el hombro.

Nos equivocamos sin duda en algunas cosas, y acertamos en mucho, porque era mucho lo que nos jugábamos entonces. Ahora son otros tiempos y cada tiempo trae sus problemas. Los de nuestros días son, como bien sabemos graves y preocupantes. La corrupción se ha extendido como una gangrena que amenaza a todo el tejido social del país. Nadie pone ya en duda, del Rey abajo, que ha llegado el momento de hacer las revisiones y reconsideraciones que sean necesarias para acabar con la profunda crisis moral que estamos atravesando. Aún nos causa escándalo, nos provoca indignación, la mala noticia de cada día que nos muestra el caldo gordo y espeso en el que estamos, la fragilidad de nuestra democracia, y eso es bueno, lo bueno de lo malo de la situación actual. Lo digamos o no, me parece que la mayoría de los ciudadanos somos conscientes de nuestra propia responsabilidad en lo que está pasando y de que solo entre todos, podremos sanear y adecentar nuestra vida colectiva.

El lector avisado habrá descubierto ya probablemente que me estoy metiendo en el terreno de “Podemos”, el nuevo partido que ha irrumpido de forma aparentemente imparable en el panorama político del país. Ha sabido dar con la clave de la comunicación pública necesaria para activar los resortes de la movilización y el activismo de los ciudadanos aglutinando parte de la indignación y del hartazgo de muchos. Me temo, no sé, que esos éxitos fulgurantes –debidos más a los errores de los partidos políticos “convencionales” que a sus propios méritos- han envalentonado a sus dirigentes más de la cuenta: ¿quién es Pablo Iglesias, me pregunto, para distinguir entre la “buena y la mala casta” como le oí decir en una entrevista con Iñaki Gabilondo? No me gusta, lo siento, ese aire de superioridad y cierta displicencia de sus dirigentes. “Podemos” expresa y canaliza, ya lo dije, parte del hartazgo individual y colectivo que vive el país pero no es, ni puede pretender ser, la única clave ni mucho menos el único cauce para resolverlo. Estamos hartos de corrupción, sí, y no sólo de la política, también estamos hartos, y curados de espanto, de puritanos, puristas, inquisidores y salvadores de la patria.

En este punto es en el que sí creo que deberíamos sacar algún aprendizaje del pasado, algunas de la “lecciones” de la experiencia social y política de nuestra transición. Porque es tiempo de construir y de reconstruir sobre la base de consensos amplios, sobre la base de lo que quiere la mayoría. Y la mayoría de los españoles, creo yo, quiere vivir la vida sin más mentiras y en paz. La mayoría de los españoles quiere vivir en una democracia participativa, con partidos y sindicatos serios y decentes, con una justicia rápida y eficaz. La mayoría de los españoles, creo yo, quiere acabar con la corrupción en la que todos, de una o de otra forma, estamos involucrados. Ahora, con una sociedad mucho más preparada, más exigente, y ya con hábitos democráticos consolidados, estoy convencido de que vamos a poder superar esta crisis: podemos, claro que podemos. Es un asunto de todos y nadie debe dar lecciones a nadie. Eso sí, algunos, deberemos de dar un paso atrás. Porque si queremos resultados distintos no podemos seguir haciendo lo mismo de siempre. Eso lo dijo Einstein.

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SOY EL ABUELO DE LOLA

 

 

“El trigo entre toas las flores

ha escojío a la amapola

y yo escojo a mi Dolores;

Dolores Lolita Lola,

Y yo,

Y yo escojo a mi Dolores

que es la

que es la flor mas perfumada

Dolores Lolita Lola…

 

Porompompón…..

 

Manolo Escobar

 

 

foto lola

 

Fue en la presentación de tres empresarios sociales de Ashoka en Caixa Forum antes de ayer por la tarde. Peridis había estado esa misma mañana en un acto en El País en recuerdo de los asesinatos en el semanario Charlie Hebdo y nos contó que tanto él como Forges y El Roto habían salido con la moral por los suelos: las cosas iban mal. Después de oír los proyectos de aquellos jóvenes emprendedores ilusionados en cambiar el mundo llegó a pensar, nos dijo, que se abrían horizontes de esperanza.

Luego habló Ana, “mi Ana” como habría dicho Unamuno, y, señalando levemente su avanzado estado de gestación -tan avanzado que la niña no nació allí de puro milagro- confesó bastante “emocionadilla” que esperaba que esa Lola que llevaba dentro y que pronto vendría al mundo fuera una “change maker”. El inglés se nos ha colado irremediablemente, pero en aquel momento se lo perdoné a mi hija pequeña. Yo también quería que mi nieta Lola viniera a esta tierra tan desolada para cambiarla, que fuera una “change maker” -o lo que los americanos quisieran llamarla- para hacer del planeta un lugar más decente y más acogedor. Pero eso no es fácil; no, no lo es y sin querer ser un aguafiestas yo dije luego algo de eso.

Todos los que allí estábamos escuchamos sin perder una palabra -incluso yo que me había dejado en casa uno de mis audífonos- lo que nos contaron una directora de colegio, una especialista en dislexia y un gestor del hábitat marino. Montserrat del Pozo quería dar la vuelta como a un calcetín al sistema educativo; Luz Rello está luchando porque los disléxicos no se queden fuera de juego en su vida social y Ricardo Sagarminaga trabaja junto a la gente del mar para evitar la degradación total del medio marino.

Fue a Ricardo a quien me dirigí en el coloquio y lo hice en calidad de “abuelo de Lola”, de ese nasciturus que estaba presente en el escenario. ¿Va a poder competir tu empresa social, le pregunté, con las que van “a por todas” arrastradas por el vendaval la globalización y la competitividad? Sabía bien que él no tenía la respuesta y que, en realidad, nadie la tenía. Sabía bien que era una cuestión difícil, pero en aquel ambiente todo parecía posible y no había opción para pensar que no lo fuera. Y ahí quedó la cosa.

No han pasado todavía dos días de aquello y Lola ya forma parte de los habitantes del planeta tierra. Nació esta madrugada y, ahí la veis, está ya tan campante. En estos momentos ya  no soy otra cosa que “el abuelo de Lola”. Un abuelo orgulloso y feliz porque está seguro que su nietecilla, la última de una saga de nueve, va a ser una “change maker”. Así, en inglés, que parece que de esta forma se entiende mejor.

Esta mañana me he tomado una copa de champagne para celebrarlo y me ha sentado como un tiro. Y es que uno ya no está para tanta felicidad. Pero hace un día estupendo Lola, uno de esos días claros y fríos que justifican que se diga lo  de “de Madrid el cielo”. Hace un día precioso y seguro que la Sierra de Guadarrama, a la que tu abuelo te llevará en cuanto pueda, está radiante.

Al Papa no le ha sentado nada bien lo de Charlie Hebdo y leo en “El País” de hoy que ha dicho esto: “si insulta a mi madre, puede esperar un puñetazo”. Leo también algo que puede hacer que a tu padre y a tu otro abuelo les lleven los demonios: “Torres y el Atlético despiden al Madrid de la Copa del Rey”. Sin embargo tu tío Ramón estará feliz con la noticia y es que nunca llueve a gusto de todos, nunca…

Bueno Lola, no sigo con las noticias para no darte el día, tu primer día. Para ti y para tus padres, para tus abuelos, tu familia y los amigos de tu familia, que son muchos, hoy es “tudo beleza”, como dicen los brasileños. Te esperábamos con ilusión y ya estás aquí. Itziar y Belén, tus dos hermanas, no ven ya el momento de empezar a besarte y a hacerte rabiar. Bienvenida Lola!!!!!.

EL DINERO, LA FELICIDAD Y LA VIDA

MAXIMO 

Ha muerto Máximo el gran dibujante, gran escritor y profundo filósofo. Lo conocí en su época del diario Pueblo. Pilar Narvión y Copérnico, compañeros suyos en la redacción del periódico de Emilio Romero, me lo presentaron. Nunca desde entonces dejamos de vernos y de entendernos. En el acto de su incineración dijo Peridis que Máximo era “Máximo” en todo, en lucidez, en inteligencia y en honestidad. Lo era también en el sentido de la amistad. La viñeta que encabeza estas líneas me la entregó un día en el que dimos un largo paseo desde la Puerta de Alcalá hasta su casa de El Viso. En aquellos momentos, después de su traumática salida de “El País”, descubrí a un Máximo totalmente decepcionado. Sé muy bien que no era cuestión de dinero. Ni mucho menos. La felicidad está más asociada a sentirse respetado que al poderoso caballero y él pensaba que no se le había tratado bien. Estaba dolido y entristecido. Durante el camino fuimos hablando de esas cosas: del dinero y de la vida; de la tristeza, de la felicidad y del respeto.

Con el paso del tiempo, los motivos para estar descontento y decepcionado crecen. Con los años y con el conocimiento más ancho y profundo de la vida. Queremos que nos quieran, queremos ser felices, queremos estar satisfechos con lo que tenemos, con lo que somos, con el afecto que recibimos. Pero la realidad –la propia y la de nosotros y la del mundo que nos rodea- se encarga de desmentir nuestros mejores deseos y propósitos. La vida es casi siempre injusta pero también te da ocasiones para desquitarte. Eso no se lo podía decir a Máximo cuando estaba ya invadido por una irresistible melancolía, pero  así lo creo. Con los años, descubres motivos nuevos, más modestos, más sencillos quizás, para ser feliz. Queremos un poquito de comida mejor, un poquito de sueño placentero, un poquito de amistad verdadera. El dinero empieza a quedar en un segundo o tercer plano. Descubrimos que el dinero da la felicidad que da el dinero, como nos dice la viñeta de Máximo. Es decir, poca, escasa. O peor, nos da una felicidad que puede ser ficticia, mentirosa …

He visto con sorpresa  en una encuesta de Gallup muy difundida, que los africanos, más pobres, con menos esperanza de vida, con más sufrimiento en forma de enfermedades, con más violencia en sus sociedades, con más dolor, son los más felices de la tierra y lo europeos son los más desgraciados. ¿Cómo puede ser esto? A veces, podemos pensar que la ignorancia es el mejor alimento para estar bien, para ser felices. Mejor sería no saber, pensamos, para no sufrir tanto. ¿Debemos ignorar para ser felices? No estoy muy seguro de que esto sea así. El conocimiento de la vida, de la ciencia, de la cultura, de la sociedad puede ser y es fuente de dolor, insatisfacción, infelicidad. Pero también puede ser y es de todo lo contrario: de placer, de gozo, de sabiduría.

Savater, Gomá y García Gual acaban de publicar un ensayo sobre Epicuro y la felicidad. El filósofo griego fue el primero en tomarse en serio la felicidad como objeto esencial de la vida. Conviene leer con atención un libro como éste -que presentaron los autores en los jardines de Cecilio Rodríguez convertidos en el Jardín de Epicuro- para hacer un repaso del propio “estado de felicidad”. No es fácil saber dónde ubicar ese estado – incierto, inestable, para la mayoría de los mortales- no es fácil saber  cómo considerarlo: ¿Es una cuestión puramente personal? ¿Es cultural? ¿Es material? ¿Es espiritual?…A lo mejor tiene razón Gomá cuando dice que la felicidad pertenece a una época superada. Habrá que saber porqué se ha convertido en una fuente de infelicidades más que de dichas cuando Epicuro consideraba que el hombre está destinado a ser feliz por su propia naturaleza.

Es quizás por eso por lo que la ONU ha decidido tomar cartas en el asunto y ha declarado el próximo 20 de febrero- “save the day”, como se dice ahora-  el “Día Internacional de la Felicidad”. Parece una broma, pero no lo es. Es tan real como la vida misma. Seguro que Máximo, con su humor cáustico y profundo, haría una viñeta genial de esta solemne y a mi juicio ridícula declaración. Tomaremos ese día la pastilla de la felicidad y al día siguiente nos sentiremos profundamente infelices… Y con resaca.