LA CORBATA DE LOS OCHENTA

 

 

El talante del hombre se adivina por la manera de llevar el bastón”

 Balzac

No es una cuestión personal. No lo es porque no hablo de mí exactamente. O eso creo. Me refiero a la forma de mantener el tipo con la mayor dignidad posible cuando se llega a los ochenta. En realidad hablo de oídas, de amigos que conozco, de gente que me cuenta, de gente a la que observo. Me planteo una pregunta que, no es, me parece, un asunto baladí y por eso la traigo a este blog: ¿Qué corbata te pones cuando tienes ochenta?. Cuando tienes ochenta tacos, quiero decir, no ochenta corbatas (que también puede ser un problema, por cierto, tener tantas para elegir sólo una).

Decidí hacer un trabajo de campo. Y lo hice. Fui a tiendas especializadas para buscar respuestas. Me gusta dar un carácter práctico a estos artículos –el de la fórmula del Dry Martini tuvo un éxito espectacular y no es culpa mía si algunos se lo tomaron al pie de la letra y están pagando ahora las consecuencias-. El riesgo es mucho menor con esto de las corbatas sobre todo si tomas la precaución de preguntar a los que saben y vas, como yo fui, a tiendas “buenas”. Todos me dieron respuestas serias porque entendieron que la pregunta era seria. Todos eran especialistas en corbatas pero ninguno tenía ochenta. Con ochenta tienes libertad para ponerte lo que quieras, me decían algunos. Eso está muy bien. Suena muy bien. Pero a mí me huele un poco a chamusquina. Cuando te dan tanta libertad es que ya no te van a hacer mucho caso, creo yo.  Con ochenta a tus espaldas ya estás un poco al límite, en los márgenes, y no viene mal saberlo, pero creo yo, con todo,  que si pones un poco de empeño en el asunto puedes acabar convirtiéndote en un verdadero dandi, en el mejor de los sentidos. Eso es lo que me aconseja siempre Paco, mi sastre amigo -culto e ilustrado como saben los seguidores de este blog-  al recomendarme corbatas «clásicas». Me fio mucho de él pero dentro de unos limites: en ninguna parte está escrito que un octogenario tenga que quedarse ahí, a verlas venir, desde su corbata de lunares azules. El inmovilismo a esas edades puede ser peligroso, letal incluso si nos da por exagerar un poco. También puede ser todas esas cosas dejarse llevar por la depresión y las corbatas grises. Que todo puede ocurrir, que todo puede pasarte. Difícil será por otro lado que la tentación del «sincorbatismo» no aparezca en algún momento -ya para qué, y cosas así-, pero es evidente que no deja de tener sus riesgos por aquello de las arrugas y otras hierbas. Muchas cosas empiezan a ocurrir y a decantarse a partir de los ochenta y la   cuestión es por donde quieres ir, qué dirección vas a tomar. Es una decisión que tienes que ventilar cada mañana al levantarte. O, mejor, un poquito después, cuando ya has abandonado del todo las ansiedades y/o las ilusiones del sueño de la noche y te miras al espejo. Empieza el día y tienes que empezar a decidir. ¿Con qué corbata salgo, con qué espíritu emprendo la jornada, con qué arrestos me enfrento a las rutinas y las dificultades que pueden ir apareciendo en el camino…?.

El único propósito de esta entrada es encontrar una respuesta adecuada a esas preguntas vitales, esenciales. Una respuesta para cada día que pasa. Porque la corbata, como la vida, es una ilusión. Una verdadera ilusión que sólo sirve para seguir pedaleando como un auténtico campeón, manteniendo una figura digna de lo que quieres ser, de cómo quieres que te vean; de hacerte entender, de cómo quieres que te entiendan. Y así sucesivamente. A los ochenta tienes más arrugas, tienes poco pelo, y el que te queda es casi todo blanco. Tienes mucho pasado y una sola pregunta a la que tienes que dar respuesta cada día: ¿Qué corbata me pongo hoy? Esa es la cuestión, la verdadera cuestión, la cuestión personal que no es mía. Porque yo no he cumplido todavía ochenta: es solo una ilusión de mi familia, de mis amigos. No pasa nada, con todo, si decidís mandarme algo. Nunca viene mal. Aunque no creáis que confío mucho en estas llamadas a la generosidad: la colecta para la compra de un nuevo Smartphone cuando perdí el primero, fue un fracaso total. Recibí, eso sí  muchas adhesiones: palabras. palabras, palabras como dijo Shakespeare cuando todavía era joven ….

 

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4 pensamientos en “LA CORBATA DE LOS OCHENTA

  1. Todo, Antonio, está en la cita que has elegido para encabezar tu deliciosa entrada. A mi modo de ver la cuestión no reside tanto en la edad, los ochenta, como en el «talante», sea para llevar un bastón sin necesitarlo, una corbata igualmente superflua o, en definitiva, una actitud radicalmente personal ante el espejo de la vida. Antes que el bastón que podamos elegir para caminar, pienso que a los ochenta sigue en vigor eso que nos decimos todos nada más descorrer las sábanas: a ver con qué pie me levanto. Desde luego, si la pregunta es «a ver qué corbata me pongo», ya nos estás diciendo:
    a/ que observas tu pescuezo como un soporte estético, y no tanto como un punto de apoyo para la soga del verdugo, dicho esto en las infinitas acepciones del término.
    b/ que no tienes demasiados problemas de tiroides
    c/ que tal vez tienes demasiadas corbatas
    d/ que asimismo tienes una elevada idea de ti mismo, pues crees, quizá erróneamente, que a partir de los ochenta -a mí me sucedió a los cincuenta-, aún no has ingresado en los parámetros de la invisibilidad
    e/ que perseveras en tu incorregible lectura de la especie humana entendida como una «fête galante», donde basta una corbata bien elegida para que te sirvan un dry martini en condiciones
    f/ en definitiva, que mantienes una relación platónica -no escribiré fetichista-, con esos adminículos de seda natural -tampoco escribiré salvaje-, donde se preserva el último reducto de la coquetería masculina.
    SIendo todos estos factores parámetros de un talante de lo más balzaquiano, pienso que deberías dar un paso más allá en tu acendrado dandismo y comenzar a preguntarte no ya solo por las corbatas que puedes ponerte hoy, sino por el conjunto de tu indumentaria. ¿Serías capaz de salir a la calle, cumplidos los ochenta, con un uniforme de boy scout, con un mono de mecánico, con una bata de médico…, y todo ello conjuntado con cualquier corbata? Queda una opción final, y esta consiste en seguir los pasos de ese Beau Brummel cruzado con Mister Neanderthal que calza las hechuras de Cristiano Ronaldo. Cada vez que lo veo en la televisión, tengo la convicción metafísica de que se levanta preguntándose: ¿Con qué nuevo peinado sicodélico puedo épater a les bourgeois gentilhommes que me veneran, antes o después de hacer la parada del orangután tras marcar un nuevo tanto? Tanto monta, monta tanto, con corbata que sin corbata, que no hace el hábito al monje, de la misma manera que no dejamos de ser monos vestidos de seda. Unos más monos que otros, naturalmente.
    Dicho todo lo cual, no sé a qué estamos esperando para proceder a un intercambio de corbatas.

  2. Antonio, mientras mantengas tu sentido del humor y tu cabeza tan «orteguiana» en su sitio (¿nadie te ha dicho que te pareces bastante a Ortega?), mejor preocúpate por la corbata…
    Un abrazo
    Julio

  3. Antonio, yo sólo he tenido envidia de una corbata, que vi al cuello de un amigo, el zoólogo Javier Castroviejo; era azul con la silueta blanca repetida de un mamut de largo pelaje y grandes colmillos. Las demás son para abrigar: socialmente o climáticamente. Cuando hace calor nada ahoga tanto como una corbata. Como el mamut, están hechas para climas fríos. Pero aquel mamut significaba mucho más, glaciaciones, tundras, tiempos perdidos. Pero na las venden en Madrid. Abrazos con y sin corbata, Eduardo

  4. Tener «ochenta tacos» estando en buena forma (mental y física) para elegir cualesquiera de las ochenta corbatas y sus correspondientes pañuelos a juego ese es, amigo Antonio, el mejor de los Dones que permiten a uno levantarse cada mañana, como si fuera el primer día de La Creación, y salir a la calle … «a comerse el mundo» también.-
    El próximo sábado 18, iremos Kike, Felipe, su hermano Tomás y yo, a una aldea perdida de Los Beyos llamada Casielles, a homenajear a nuestro entrañable amigo: Herminio Llamazales Díaz, – «El Roblón de Casielles» – que cumplirá sus primeros 100 años de vida.- Es envidiable su estado mental y físico no obstante los grandes padecimientos, de todo tipo, que tuvo a lo largo de su dilatada vida y que él recuerda, no obstante, con cariño.-
    Si algo le apena, aún con las mil atenciones que recibe de todos sus hijos, nietos y bisnietos, es la soledad con que se encuentra en el pueblo; además de perder a su esposa, no tiene ya «compañeros de quinta con quienes recordar batallas pasadas», echar una partida al tute o la brisca, etc. etc. y eso le aflije sobremanera.-
    El año pasado (que coincidió, haciendo una excursión, cuando lo conocimos) algunos de sus hijos que residen también aqui, le sorprendieron llevando al Coro Rociero de Gijón que tuvo una actuación muy emotiva en La Ermita del citado pueblo.-
    Y este es nuestro Destino, amigo Antonio: Llegar a los 100 tacos con buena cabeza y aceptable estado físico pero sintiéndonos solos por faltarnos la compañía de personas de nuestra generación, o … no llegar, aunque lo peor sería, sin duda, llegar a los 80 tacos o más, sin la capacidad mental y anímica necesarias, para disfrutar de cada día eligiendo la mejor corbata y el mejor pañuelo a juego también.- Un abrazo

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