Tenéis unos padres excelentes a quienes debéis respeto y cariño; pero ¿por qué no inventáis otros más excelentes todavía?.
Antonio Machado
En nuestra familia no se ha solido dar mayor importancia a las celebraciones que, quizás con un poco de ligereza, llamamos de “El Corte Inglés”: el día del padre, el de la madre, el de los abuelos, el de San Valentín etc. No creo haber recibido nunca un regalo en “mi día”. Si acaso, alguna felicitación esporádica expresada sin demasiada convicción. Pero este año se me ocurrió, cosas de la vida, pedir algo ese 19 de marzo, algo intangible. Algo útil, algo práctico, al menos para mí: algo que me pudiera servir para dar cuerpo a una de las entradas de este blog. Es decir, algo que necesito como el comer.
Lo que les decía a mis hijos, hijos políticos y nietos mayores era esto: “Este Día del Padre quiero pediros algo y ese algo es que cada uno de vosotros echéis un vistazo a los periódicos de hoy me digáis qué noticia os ha impactado más, cual de ellas os ha sorprendido, os ha animado, os ha desanimado, cual de ellas os ha parecido curiosa, interesante o sorprendente”. Les daba un amplio margen a la elección, que se dejasen llevar por el instinto, por el corazón, por la cabeza…
Escribía antes que les pedía algo intangible, pero ahora veo que no es del todo correcto. En realidad, me doy cuenta, les estaba pidiendo tiempo y dedicación. Quería que pensasen en mí pensando como ellos piensan, sintiendo como ellos sienten. No sé si es esta es exactamente la pregunta que me guiaba, pero algo así podría ser. Todos contestaron con sus noticas. Las iba recibiendo poco a poco y era como si les viera acercarse sonrientes con su pequeño regalo en la mano. Y se lo sagradecía. Todos habían sido “ellos” mismos, o así me lo parece a mí, en las que eligieron. De una o de otra forma, cada una de esas noticias podría haber sido motivo de una entrada en este blog y ya caerá alguna, seguro.
Dice una canción de Serrat que a menudo los hijos se nos parecen. Sí, es verdad. Y viceversa también puede serlo: a menudo nosotros, los padres, los que acabamos pareciendonos a nuestros hijos, los que acabamos viendo las cosas cómo ellos las ven, acabamos sorprendiéndonos de lo que ellos se sorprenden, asustándonos de lo que ellos se asustan, queriendo lo que ellos quieren. No somos iguales, ni mucho menos, tenemos discrepancias, gustos diferentes, pero hay un aire de familia que me gusta aunque nunca creo haberlo intentado conscientemente. .
Este Día del Padre, me he llamado un poco a la parte, lo reconozco, para que me escriban, para que me dediquen algo de su tiempo. Y, sobre todo, para que me den material para este blog que es insaciable. He sido quizás un poco egoísta, pero en la familia, la generosidad y el egoísmo han de convivir con cierta armonía, siempre que sea posible. Si ellos quisieran saber mis noticias preferidas también se las mandaría encantado, pero no caerá esa breva. Cada uno está en lo suyo, andan muy ocupados, y además no escriben blogs.
Apuntaré a continuación, mezclados aleatoriamente, sin dar nombres, los motivos que me dieron hijos y nietos en sus respuestas: Gracias a un oportuno tuit se para una escuela de conducción de coches en los aledaños del Parque Nacional; Cospedal es partidaria de desalojar a quienes piten el himno nacional en la final de la Copa del Rey; La artista Toshiko Horiuchi crea zonas de juego para niños tejidas a mano con nylon de colores; Los científicos se rebelan contra la reapertura de Altamira; El impacto del dinero en las separaciones y los divorcios; La “lotería” de tener o no derecho a un medicamento caro según la comunidad autónoma en la que se vive; La celebración del mundial de fútbol de 2022 en Qatar será en invierno, por motivos puramente económicos; El emepresario Amancio Ortega sigue aumentando su impresionante fortuna; El video electoral de Vox en el que augura la “invasión” de Andalucía por los musulmanes en 2023; Un estudiante pega una patada a una señora y lo graba por una apuesta.
Eso es todo, creo, y es mucho. Hijos y nietos han sido, en esta ocasión, generosos conmigo. Me han dado contenidos, ideas, motivos. Pero sobre todo me han mostrado un poco de cómo son ahora, y atisbos de cómo pueden ser mañana. Me han dejado ver como nos vamos pareciendo cada vez más a ellos. Exactamente eso que da el título a esta entrada. Me han dejado ver lo diferentes que somos y lo mucho que nos parecemos. Qué cosas.
Toca doble, o más bien triple tirón de orejas, Antonio: Uno, por tu cumpleaños. Otro, por la feliz idea de revocar la sentencia del Rey Lear y volver a jugar con tus hijos, restituyéndoles su derecho a volver a ser, a seguir siendo niños -como lo somos todos y tan a menudo lo olvidamos, y así nos malogramos-. Y, en fin, el tercer tirón, no puedo evitar que sea reprobatorio. De acuerdo, de acuerdo, tú también sigues siendo un niño pudoroso y te da corte contar intimidades familiares. Pero nosotros, tus «gruppies», echamos en falta un nombre para cada propuesta, y un sumario retrato de carácter que haga inteligibles las noticias seleccionadas por cada uno de los miembros de tu prole. Vamos, que por qué eligieron lo que eligieron -según tu soberana interpretación, naturalmente-, quién te sorprendió más, quién te confirmó lo que esperabas, quién se acercó al periódico como si abriera una caja de maravillas, quién lo hizo como si rescatara un mondadientes de un cubo de basura, y así sucesivamente.
Dicho todo lo cual, qué cierto es lo de Serrat -sin dejar de ser muy obvio-, y qué poco obvio, sin dejar de ser tan cierto, es lo que apuntas al respecto: no sólo nuestros hijos se nos parecen, sino que igualmente, misteriosamente, acabamos pareciéndonos a nuestros hijos. Yo heredé uno de mi relación anterior: él tenía seis años y yo veintidós. Solo teníamos una cosa en común: ambos somos zurdos. Pero a lo largo de los años, y no solo por aquello de que el roce hace el cariño, fue creciendo entre nosotros una relación profunda, de admiración mutua y rara vez declarada -ni él ni yo lo consideramos necesario-, donde yo sigo aprendiendo de él, cada vez más, pues, a partir de los cincuenta, pienso que son los hijos, si son inteligentes, quienes nos enseñan. Ahora él es capitán de barco en Malta. Ayer me llamó para contarme cómo iban llegando al puerto de la Valetta los cadáveres de los inmigrantes subsaharianos masacrados en la última tragedia del Mediterráneo.. Me dijo algo estremecedor: «cuando lo recogí en mis brazos, me sentí como el padre de un niño muerto». El periodista que llevo dentro hubiera hecho con eso un buen titular. nunca lo escribiré fuera de esta página. A veces no escribir forma parte del aprendizaje. del aprendizaje de la vida, que es el más importante.
Padres e hijos, ramas y raíces de un mismo árbol de sangre, de emociones, de vivencias, de experiencias, de maduración lenta, de frutos extraños. Sobre este tema siempre me viene a la cabeza una cita de Oscar Wilde que siempre cito mal: «Los hijos comienzan por amar a los padres. Cuando ya han crecido, los juzgan, y, algunas veces, hasta los perdonan». En tu caso, y seguro que no me equívoco, me temo que has entrado en la lista de los «imperdonables». ¿Por qué? Muy sencillo, Antonio: porque el amor nunca pide perdón.
Gracias una vez más Álvaro; creo que es tu comentario más directo y emotivo: me ha emocionado leer lo de tu hijo y te debo una explicación sobre las contestaciones de los míos.
Tienes razón: no he querido ni personalizar sus respuestas ni hacer ningún comentario sobre ellas.
Y no porque no me vinieran a la mente mil ideas como te puedes imaginar, sino simplemente porque «no me parecía bien» hacerlo.
Son cosas muy personales Álvaro; se las cuentan a su padre y a su abuelo y es muy probable que algunos de ellos se habrían sentido incomodos si las hubiera publicado y comentado.
Puedes pensar que eso de que al final terminamos pareciendonos a ellos es una forma de salirse por la tagente. Pues sí y no; sí porque es cierto que me eximia de entrar en detalles y no porque eso es quizás lo más importante, vistas las respuestas en conjunto..
No sé si con esta explicación te quedarás tranquilo; probablemente no porque eres muy exigente, pero como también eres muy buen amigo, sonreirás y diras: !!Este Antonio!!.
Con un poco de retraso Antonio, por regresar hoy de unos días de reposo y reflexión en la Abadía Cisterciense de Cóbreces, con nuestros entrañables amigos los Frailes y monjes, te pongo también mis impresiones sobre este buen artículo tuyo.-
Desde hace ya mucho años, a medida que fiestas como El día del Padre, Madre, etc. se fueron popularizando y comercializando por las grandes superficies como El Corte Inglés, etc., les vengo pidiendo a mis hijas que si algo me emociona y llega de verdad al corazón, son muy especialmente LOS REGALOS INMATERIALES, es decir aquellos que saliendo espontánea y sinceramente del corazón, (un simple SMS o mensaje via WhatsApp, una llamada al móvil o compartir una video-conferencia, etc.), no cuestan prácticamente dinero alguno y requieren además, de muy poco tiempo o dedicación.-
Ahora que se comercializa casi todo, amigo Antonio, y que es la Ley Motif de muchas de las relaciones interpersonales, volver a los regalos inmateriales y/o intangibles, dice mucho de nuestros principios y del verdadero valor del cariño que, como padres e hijos, nos merecemos recíprocamente.- Se da la paradoja también que, no obstante la severa crisis que padecemos, para muchos hijos es «más cómodo y fácil comprar un detalle material en El Corte Ingés» que, pasar una tarde con sus progenitores interesándose de verdad por ellos, sus preocupaciones, necesidades, etc. etc.- El exceso de mercantilismo, … lo padecemos también, con más o menos frecuencia, «en carne propia».-
Pero en cualquier caso, tu original petición para el Día del Padre a todos tus hijos y las variadas respuestas recibidas, no hacen mas que explicar una parte de las muchas inquietudes que mueven o motivan a los seres humanos; casi me atrevería a decir que uno sólo de tus hijos podría haberlas relatado como noticias, todas ellas, que le llamaron mucho la atención ese día, porque el ser humano – como las plantas – debe ser observado y analizado, transcurridas las cuatro estaciones de la vida: Primavera, verano, otoño e invierno para intentar comprenderlo en su integridad.- Un abrazo
Antonio; Leí tu entrañable tu artículo recientemente y me acordé de una reflexión que leí del escritor mejicano Armando Fuente Aguirre ( Catón) que trascribo:
Quote:
Creo que algunas cualidades son herediterias. El entusiasmo. El gozo de vivir. El cotidiano asombro ante el mundo. La generosidad. El amor sin reservas. La curiosidad. El interés por todo lo que te rodea. El deseo de aventuras. Las ansias de aprender cada día cosas nuevas. El instinto de la felicidad. Todo eso lo heredas de tus nietos.
Unquote.
….pués eso!