Alabado seas, mi Señor,
por la hermana, nuestra madre tierra,
la cual nos sustenta y gobierna,
y produce diversos frutos,
con coloridas flores y hierba.
San Francisco de Asís
Lo que dice el papa Francisco en su Encíclica Laudatio sí es algo muy serio que a todos, cristianos o no, nos afecta y nos responsabiliza. No se anda por las ramas este papa argentino al hacer un diagnóstico de la situación de nuestra casa común: “hay que llamar a las cosas por su nombre: el calentamiento global lleva a la destrucción, la pobreza y la ruina”. Así de claro. El Papa no descarta las predicciones climáticas catastróficas ni utiliza paños calientes al denunciar la “codicia de sectores económicos privilegiados” como última causa del problema.
Me he leído de un tirón esta larga Encíclica en la que, en un tono coloquial y sencillo, se dicen verdades como puños. Dejará huella y suscitará entusiasmos y rechazos. De hecho, eso es justamente lo que ya está pasando. Leonardo Boff la ha definido como “La Carta Magna de la ecología integral: grito de la Tierra – grito de los pobres”. También nos encontramos con críticas acerbas como la de Rush Limbaugh, conocido comentarista de la televisión americana, que ha tildado el documento pontificio de marxista. Los del Tea Party le han aplaudido: al comentarista, no al Papa. Por aquí, por estos pagos, los liberales de toda la vida y los sectores económicos y financieros no han dicho nada. Me gustaría saber lo que piensan de verdad. Me lo imagino, pero me gustaría escucharlo, comprobarlo.
No hay que sorprenderse de estas críticas. Siempre ha sido así cuando la Iglesia se ha decidido a levantar su voz –no siempre se ha atrevido a hacerlo- en materia social (en materia moral, es otra cosa). Hay que ver la que se armaba en el Régimen de Franco cuando invocábamos a la Rerum Novarum en las Semanas Sociales de España para exigir el derecho de huelga o la libertad sindical inexistentes entonces.. Baste decir que aquellas asambleas multitudinarias, en las que no era difícil detectar una nutrida presencia policial, terminaban siempre a palos. Las autoridades aquellas han desaparecido y ahí sigue la Rerum Novarum como uno de los documentos más luminosos sobre la Cuestión Social de la Revolución Industrial. Algo parecido ocurrirá, creo yo, con esta Laudatio sí cuando se examinen con la perspectiva del tiempo los problemas de la mundialización de le economía y del desastre ecológico.
Mientras escribo estas líneas oigo en la televisión las palabras vibrantes de Francisco a cientos de miles de personas en Santa Cruz de la Sierra en Bolivia: ¿podía “predicar” algo diferente a aquellos movimientos sociales ávidos de palabras de esperanza? Decía y dice, por escrito, bien claro, lo evidente, eso que tanto nos cuesta aceptar y asumir. ¿Es que no nos damos cuenta de que la casa común está en peligro? ¿Es que no somos conscientes de las consecuencias que el cambio climático está teniendo ya en nuestras propias vidas? ¿Es que no percibimos que los pobres son cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos? Ah, pero eso no tiene nada que ver con el cambio climático, me podrían decir algunos. Pues que se lean, despacio y atentos, la Laudatio sí y se enteren, porque no una sino mil veces se dice con claridad que no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra ética y social: ambas son en realidad la misma.
Os animo a leer esta Encíclica: es un documento magisterial con resonancias en la espiritualidad ecológica del santo de Asís y, al mismo tiempo, como me ha hecho ver uno de mis hijos, con detalles técnicos no usuales en un documento pontificio: fomento de las energías renovables, rechazo del mercado de CO2, preparación de la Cumbre de París…. Es cierto que tales precisiones no son “usuales” en la definición de la doctrina social de la Iglesia, pero la realidad es que este Papa, del que ya no se puede hablar con algunos amigos sin entrar en controversias, no es “usual “en nada de lo que dice o de lo que hace.
Para los más escépticos Francisco era un Papa de gestos, que no iba más allá, que su “papado” dejaría poco más que una impronta superficial, que no cambiaría “nada” de calado en el devenir de la Iglesia católica. Considero que esta Encíclica, en la forma y en el fondo, demuestra, creo yo, justo todo lo contrario. Es un texto de nuestro tiempo y para nuestro tiempo, en el que el mensaje de la Iglesia católica se enfrenta, sin temores ni renuncias ni subterfugios, a los problemas esenciales y acuciantes del mundo de hoy.
De acuerdo contigo. Lástima que sean tan pocos quienes lo entienden. El pasado fin de semana, el señor Ministro de Economía alemán hacía risas a cuenta de los problemas de Grecia con un colega Americano. Por lo visto, nadie, en la Europa del Norte, entendía que tras los problemas de Grecia hay ciudadanos que sufren. Una lástima pero parece que las cosas no pintan bien, ni en Europa ni en el resto del Mundo. En cuanto al Papa, creo que es un poco de lo que necesitaba la Iglesia pero, creo que aún está muy solo. Además, como bien indicas, a veces, se confunden las cosas. No por ignorancia, sino por mala fe.
Una muy buena reflexión.
A las instituciones, empresas y sobre todo a sus dirigentes, hay que juzgarlos – para ser ecuánimes – al final de sus mandatos y, en algunos casos, luego de pasado también «algún tiempo de descuento».- Al «Papa Gaucho Francisco», que por ser hincha del San Lorenzo de Almagro y tener un cierto aire superficial en sus gestos y/o actuaciones públicas, también.-
De momento, y habiendo experimentado en carne propia La Corrupción (con mayúsculas), El Corralazo, la Injusticia Social y un largo etc. en su propio País, va sentando las bases de un Nuevo Vaticano aunque aparentemente pasen inadvertidas: Renovación de toda la cúpula del Bco. Vaticano, incluyendo una auditoría externa hasta la fecha núnca aplicada, el tema de la Pederastia (hace unos días «sentó en el banquillo de Roma» a un Cardenal, aunque éste alegó problemas de salud para hacerlo), su implicación directa en las relaciones bilaterales de EEUU-Cuba (y las que vendrán de Sudamérica) y ahora su preocupación manifiesta y clarividente por una Ecología Humana, tán unida a la Ambiental y Social como tú bien afirmas.-
Hasta ahora, algunos Papas (incluso más rigurosos que él, en la forma y fondo de sus actuaciones) estaban más pendientes de El Paraíso, La Vida Eterna, etc. y descuidaron un poco la Ecología Ambiental, etc. pero he aquí que el Papa Francisco, también ha puesto «los puntos sobre las íes» de tán transcendente tema.-
No he leído aún la Encíclica completa (tengo entre manos el «Nuevo Quijote de La Mancha de Andrés Trapiello», Repensar La Pobreza de Esther Duflo – nuestra Premio Princesa de Asturias de este año – y La Gran Búsqueda de Sylvia Nasar), pero todos los comentarios que leí, no dejan de elogiar su riguroso contenido y plena actualidad; yo diría más, es imposible ganarse el Paraíso si descuidamos la Creación – nuestra Casa Común – apoyando a un sistema económico centrado únicamente en el dios dinero y que menosprecia las causas extructurales, culturales y morales de una economía muy destructiva para el ser humano y para el propio medio en que nuestra vida se desenvuelve.-
Pero como todo en la vida, Antonio, una vez hecho un buen diagnóstico (cada vez más coincidente desde todas las Instituciones), … «solo queda luego aplicar el bisturí para extirpar el tumor cuánto antes si encontramos, además, al mejor cirajano para hacerlo, claro».- Un abrazo
Me acuerdo de Juan XXIII en la apertura del Concilio vaticano II: «Abramos las puertas y ventanas y dejemos que el sol y el aire fresco limpien nuestra Iglesia de tantos siglos de podredumbre». Y llegó Pablo VI, y las entornó. Y más tarde Juan Pablo II las cerró y pasó la llave. Y finalmente Benedicto XVI las canceló a cal y canto, aunque algo me dice que la realidad de lo que encontró le asustó, y le convirtió… Pues eso, que Bergoglio es un soplo de aire fresco. Muchos pueden pensar que se equivoca más de la cuenta. Yo creo que quien ama de verdad y pone su corazón para que todos lo pisen, no se equivoca nunca…
Muy interesante Antonio. Ya lo he anotado como una de las lecturas obligadas de este verano.
EL PAPA ROJO, EL PAPA VERDE
Aunque tu entrada me parece tan impecable que excede cualquier comentario al respecto, por aquello de no perder la costumbre, también porque seguro que te agrada recabar resonancias, transcribo a renglón seguido ela columna que publiqué en El Diario Vasco a cuenta de la figura de Francisco. Entonces, antes de la publicación de la Enciclica, comenzaban a tildarle como EL PAPA ROJO. Mucho me temo que a partir de ahora den en apostrofarle como EL PAPA VERDE; con la venia de MIguel Ángel Asturias. En cualquier caso, no deja de ser duro que, sea en en caso como en otro, pases por el pontificado como un pimiento -rojo o verde-,, lo cual no deja de ser altamente nutritivo para la salud de la Iglesia. .
Ahí que te va el artículo.
EL PAPA ROJO
Quien se acerque al último número de la revista Más Allá verá en cubierta una imagen de Juan XXIII de la que me siento muy orgulloso, sobre todo por lo que cuento en páginas interiores. El Papa Bueno, ¿fue un profeta apocalíptico o un comunista encubierto al que llegaron a apostrofar como “Nikita Roncalli”? Ha corrido medio siglo y las viejas preguntas vuelven a estar de actualidad a cuenta de un reportaje de la BBC donde se plantea si el papa Francisco comulga más con la fe de Marx que con el Evangelio.
No faltan argumentos a favor: las críticas de Bergoglio al capitalismo como fuente de desigualdad, su insistencia en ver el mundo a través de los ojos de los pobres, su postura en favor de la justicia social y su crítica a la idolatría de la riqueza, han configurado un Papa decididamente rupturista.
Pero, a decir verdad, priorizar a los desposeídos y a los humildes por encima de los que causan la desigualdad y el sufrimiento, ¿acaso hay algo más consonante con la palabra de Cristo?
Lo dice el propio Francisco en un libro inminente cuyo título no puede ser más revelador: “This Economy Kills” –Esta economía mata-. Y extractos como éste también: “Jesús llamaría hipócritas a quienes abordan el escándalo de la pobreza con estrategias de contención que convierten a los pobres en seres domesticados”.
Ciertamente, para los gobiernos conservadores que acatan los evangelios del FMI, Francisco comienza a ser un sujeto incómodo. Sin embargo, no es el primero que incomoda a los poderosos. En 1891 y en su encíclica Rerum Novarum, León XIII promulgó lo que llamaba un “espíritu de cambio revolucionario”, del que se hizo eco Juan XXIII y ahora Francisco. Con una salvedad: si este inició su pontificando declarando “jamás he sido de derechas”, ayer, en Il Messagero, afirmaba que “los comunistas han robado a la Iglesia la bandera de la pobreza”.
Aunque el Banco Vaticano ha contribuido mucho a esa desposesión simbólica –en 2012 sus beneficios cuadruplicaron los del año anterior-, no es menos cierto que a partir de Bergoglio las cosas están cambiando. Tanto como que él mismo se siente bastante más cercano al profeta de Nazaret que a la pompa de cualquier papa Rey.
Juan XXIII murió vaticinando que un Papa asesinado precedería al Fin de los Tiempos entendido como el umbral de una Nueva Era. This Economy Kills. ¿Lo matará la economía? Quizá no la del mundo, pero de la valentía que muestre Francisco frente a quienes lo hacen girar depende la estricta supervivencia de su Iglesia.