EL GEMIDO DE LA TIERRA

Alabado seas, mi Señor,
por la hermana, nuestra madre tierra,
la cual nos sustenta y gobierna,
y produce diversos frutos,
con coloridas flores y hierba.

San Francisco de Asís

 

PAPA

 

 Lo que dice el papa Francisco en su Encíclica Laudatio sí es algo muy serio que a todos, cristianos o no, nos afecta y nos responsabiliza. No se anda por las ramas este papa argentino al hacer un diagnóstico de la situación de nuestra casa común: “hay que llamar a las cosas por su nombre: el calentamiento global lleva a la destrucción, la pobreza y la ruina”. Así de claro. El Papa no descarta las predicciones climáticas catastróficas ni utiliza paños calientes al denunciar la “codicia de sectores económicos privilegiados” como última causa del problema.

Me he leído de un tirón esta larga Encíclica en la que, en un tono coloquial y sencillo, se dicen verdades como puños. Dejará huella y suscitará entusiasmos y rechazos. De hecho, eso es justamente lo que ya está pasando. Leonardo Boff la ha definido como “La Carta Magna de la ecología integral: grito de la Tierra – grito de los pobres”. También nos encontramos con críticas acerbas como la de Rush Limbaugh, conocido comentarista de la televisión americana, que ha tildado el documento pontificio de marxista. Los del Tea Party le han aplaudido: al comentarista, no al Papa. Por aquí, por estos pagos, los liberales de toda la vida y los sectores económicos y financieros no han dicho nada. Me gustaría saber lo que piensan de verdad. Me lo imagino, pero me gustaría escucharlo, comprobarlo.

No hay que sorprenderse de estas críticas. Siempre ha sido así cuando la Iglesia se ha decidido a levantar su voz –no siempre se ha atrevido a hacerlo- en materia social (en materia moral, es otra cosa). Hay que ver la que se armaba en el Régimen de Franco cuando invocábamos a la Rerum Novarum en las Semanas Sociales de España para exigir el derecho de huelga o la libertad sindical inexistentes entonces.. Baste decir que aquellas asambleas multitudinarias, en las que no era difícil detectar una nutrida presencia policial, terminaban siempre a palos. Las autoridades aquellas han desaparecido y ahí sigue la Rerum Novarum como uno de los documentos más   luminosos sobre la Cuestión Social de la Revolución Industrial. Algo parecido ocurrirá, creo yo, con esta Laudatio sí cuando se examinen con la perspectiva del tiempo los problemas de la mundialización de le economía y del desastre ecológico.

Mientras escribo estas líneas oigo en la televisión las palabras vibrantes de Francisco a cientos de miles de personas en Santa Cruz de la Sierra en Bolivia: ¿podía “predicar” algo diferente a aquellos movimientos sociales ávidos de palabras de esperanza? Decía y dice, por escrito, bien claro, lo evidente, eso que tanto nos cuesta aceptar y asumir. ¿Es que no nos damos cuenta de que la casa común está en peligro? ¿Es que no somos conscientes de las consecuencias que el cambio climático está teniendo ya en nuestras propias vidas? ¿Es que no percibimos que los pobres son cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos? Ah, pero eso no tiene nada que ver con el cambio climático, me podrían decir algunos. Pues que se lean, despacio y atentos, la Laudatio sí y se enteren, porque no una sino mil veces se dice con claridad que no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra ética y social: ambas son en realidad la misma.

 Os animo a leer esta Encíclica: es un documento magisterial con resonancias en la espiritualidad ecológica del santo de Asís y, al mismo tiempo, como me ha hecho ver uno de mis hijos, con detalles técnicos no usuales en un documento pontificio: fomento de las energías renovables, rechazo del mercado de CO2, preparación de la Cumbre de París…. Es cierto que tales precisiones no son “usuales” en la definición de la doctrina social de la Iglesia, pero la realidad es que este Papa, del que ya no se puede hablar con algunos amigos sin entrar en controversias, no es “usual “en nada de lo que dice o de lo que hace.

 Para los más escépticos Francisco era un Papa de gestos, que no iba más allá, que su “papado” dejaría poco más que una impronta superficial, que no cambiaría “nada” de calado en el devenir de la Iglesia católica. Considero que esta Encíclica, en la forma y en el fondo, demuestra, creo yo, justo todo lo contrario. Es un texto de nuestro tiempo y para nuestro tiempo, en el que el mensaje de la Iglesia católica se enfrenta, sin temores ni renuncias ni subterfugios, a los problemas esenciales y acuciantes del mundo de hoy.

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El efecto Korta. Resaca en la playa de Deba

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“Y el mar recordó ¡de pronto! los  nombres de todos sus ahogados”.

Federico García Lorca

El ocho de agosto del 2000 –pronto hará de ello quince años- hizo buen tiempo en Deba. Lo recuerdo porque había mucha gente en la playa y de eso me acuerdo porque ese día se produjo un atentado a pocos kilómetros de allí que se me quedó grabado para siempre.

Desde comienzos de aquel año el terrorismo etarra se había incrementado y raro era el día en el que no recibíamos algún sobresalto. Esa misma mañana nos desayunamos con la noticia de que cuatro presuntos miembros del comando Vizcaya de ETA habían muerto la noche al explotar en Bilbao el turismo en el que viajaban, cargado de armas y explosivos. Era un puro accidente pero habría líos, con toda seguridad, pensábamos, mientras, acostumbrados ya a esas cosas, íbamos tranquilamente a la playa.

En ese clima general de alerta y fatalidad hacía mis largos recorridos por la orilla cuando me crucé con un amigo que en vez de decirme adiós, como en otras ocasiones, me paró y me espetó: “han asesinado a Korta”. Korta era el presidente de los empresarios guipuzcoanos: un coche bomba acababa de destrozarle a las puertas de su empresa. Tenía 52 años. Había ocurrido muy cerca, en Zumaia y no hacía más de media hora.

 Mi amigo, que es también empresario y conocía a Korta, continuó su paseo. ¿Qué podía hacer? Durante toda la mañana no se habló de otra cosa en la playa, pero cada uno seguimos a lo nuestro, con las tripas revueltas, imagino, pero a lo nuestro: tomando el sol, nadando, leyendo el periódico ¿Qué podíamos hacer? Hombre, hacer, hacer, se habrían podido hacer muchas cosas pero nadie daba un paso para hacerlas, nadie se atrevía. El temor, sí, y algo aún peor, el efecto perverso de la banalidad del mal que describió Hannah Arendt…

 Nadie movió un dedo, pero lo cierto es que algo si se movió en los estómagos y en las conciencias de muchos vascos. Korta era, además de euskaldun, simpatizante del PNV. Era uno de los “suyos”. Tengo la impresión de que fue a partir de ese momento cuando se comienza a plantear algo que hasta entonces quedaba ignominiosamente en la sombra: el “por qué”. ¿Por qué lo han matado? ¿”Qué ha hecho de malo Korta” para que lo asesinen? Incluso siete años después, con motivo de un homenaje para ensalzar la figura del empresario, el lehendakari Ibarretxe “lamentaba que ETA no hubiera explicado todavía porqué mató a Korta”. Es increíble, intolerable, que esa misma pregunta no se la hubieran hecho antes por los cientos de asesinatos cometidos por ETA, es una aberración moral…

 Volvamos a la playa. Todo parecía tranquilo allí en Deba, como si no hubiera pasado nada. Supe que en Zumaia se había organizado un acto de protesta, pero sería mejor no ir, me dijeron. Fue allí donde .un sobrino de Korta llamado Oier llamó cobardes y asesinos a los que habían matado a su tío. Un grito, sólo un grito. Se la jugó. A poco más de un mes la discoteca el Txitxarro, propiedad de su padre, y que él regentaba, saltó por los aires. Él se lo había buscado. Esta vez sí había un porqué: no hay insultos gratuitos ante el terror.

 Ahora vivimos la resaca de todo aquello. No éramos héroes, no fuimos héroes. La mayoría no se movió un milímetro de sus hábitos diarios. Había que seguir con nuestras vidas habitando ese irrespirable clima de terror. Pero, como digo, creo que aquel asesinato empezó a cambiar mucho las cosas. El mar seguía aparentemente calmado, como si no hubiera pasado nada, pero algo “invisible”, y muy poderoso, se había producido en el fondo de la conciencia de la mayoría de los vascos. Bastaba una sola pregunta y debía de valer para todos y para todo: ¿Por qué? El mar la traía de vuelta. La resaca traía consigo esa sencilla pregunta.

Pasados quince años, otra forma de resaca llega al propio Ayuntamiento de Zumaia. “Víctima de ETA y alcalde del lugar del crimen”, titula la noticia “El País”. Oier Korta ha sido nombrado alcalde de Zumaia. No llega con aire de revancha, sino de apertura y de diálogo. La resaca, podríamos decir, ha devuelto las aguas a su lugar de origen… Tras mucho dolor, muchas náuseas, mucha angustia y desasosiego… Nos trae el recuerdo de aquella calma tensa que vivimos en la playa de Deva, de los gritos que no pronunciamos cuando debiéramos haberlo hecho, de las preguntas que no se hicieron a tiempo, de la pesadumbre de la resaca… Con gente como Oier, no me cabe duda alguna, empieza un tiempo nuevo, y mejor, para todos en el País Vasco. Algo hemos aprendido.

CHULERÍA

 

 «La chulería es un comportamiento típicamente español, compuesto de agresividad, insolencia viril y autosuficiencia”

Luis Buñuel

 

Artículo publicado en ABC el 15 de junio de 2015

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Dicen los analistas que en nuestra sociedad se ha instalado una cierta cultura de la chulería que hace de la arrogancia un programa político. Justo lo contrario del estoicismo, culto y progresista, en el que bebía el gran Giner de los Ríos que  hizo de la Sierra de Guadarrama un aula abierta dentro de la Institución Libre de Enseñanza. Desde entonces somos muchos los guadarramistas que hemos aprendido a amar este paisaje como una extensión de nuestra alma. Amamos cada una de sus cumbres, sus pedrizas y sus bosques, su viejo tranvía, y hasta el autobús que recorría su espinazo, acercando a la gente el conocimiento y la experiencia de este pulmón de Madrid, que lo es también de Castilla.

Hace unos días, ese autobús dejó de prestar servicio sin que se conociera la razón. Un buen amigo mío, Julio Vías, santo varón y amante como nadie del Guadarrama, escribió un breve tuit lamentado la noticia: “Desaparece el autobús del Guadarrama. Qué casualidad. Justo después de las elecciones”. Su comentario no iba más allá, ni señalaba a nadie, ni pedía responsabilidades. De un día para otro, tuvo como respuesta una desmesura: “El @ppmadrid ha obtenido 763 veces tu n° de seguidores en Twitter en votos. Mejorable, pero orgulloso de ese millón de madrileños”. El tuit lo firmaba el director general de Medio Ambiente en la Comunidad de Madrid, ahora en funciones. Comparaba este caballero los votantes de su partido con los seguidores de una cuenta de twit. Miedo da pensar que alguien así haya tenido en sus manos, en cierto modo claro, menos mal, el medio ambiente serrano.

Su gesto de chulería en estado puro, de arrogancia, de prepotencia, tanto más patética si evaluamos su precaria condición, es indignante. Con lo fácil que le habría sido explicar lo ocurrido con la mesura y ponderación que exige la responsabilidad de su cargo.

PD:

Este artículo que trata fundamentalmente sobre un tuit –se ve que esto de poner tuits sin pensárselo un poco empieza a ser un peligro- fue escrito antes de que apareciera otro tuit que se ha hecho tristemente famoso y que ha obligado a la alcaldesa Carmena a relevar de su cargo de concejal de cultura del Ayuntamiento de Madrid a Guillermo Zapata al día siguiente de nombrarle.

Quede claro que a mi juicio el tuit del director de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid es como he tratado de explicar una chulería, mientras que el del concejal Zapata es una infamia. También entre los tuits inconvenientes hay diferencias.

METER MIEDO NO ES LIBERAL

 

 

«Nunca consideraré libre a quien vive con miedo».

Horacio

 

Algunos de mis amigos -hablo de la gente de mi quinta porque los jóvenes están ya en otra cosa, me preguntan si no estoy preocupado, si no estoy asustado con lo que ha salido de las últimas elecciones: posible alcaldesa de Podemos en Madrid y alcalde de Izquierda Unida en Cercedilla. Buenos estamos. Saben que yo me tomo estas cosas con cierta filosofía –el síndrome, piensan, de ese “oficio de unir” que, en el fondo, no les gusta nada- y les preocupa que no me preocupe. Pues no, la verdad es que estoy tranquilo, lo cual no quiere decir que no hubiera preferido otros resultados.

Pero ahora no escribo para retratarme, ni para hacer análisis político de nada. Me preocupan, eso sí, las emociones enfrentadas que provocan los resultados electorales: el que “pierde” frente al que “gana”. Me inquieta, eso sí, algo más profundo, más básico. Me inquieta, por ejemplo, que no se asuma con todas sus consecuencias el sentido de la democracia, el valor de la democracia. Hay que saber perder. Hay que saber encajar, aceptar e interpretar lo que quiere la mayoría de la gente. Me inquieta que nos quieran asustar.

Somos seres sociales. La vida es un pacto continuo, hasta contigo mismo… Hay que llegar a acuerdos. Estamos condenados a entendernos, a vivir con la discrepancia y la diferencia. La libertad y el respeto mutuo son valores que no deben de producirnos ninguna duda. En democracia, la libertad, la de cada uno y la de todos, la libertad posible, se va logrando cada día a base de respeto y reconocimiento mutuos. La democracia y la libertad no me dan miedo. Al contrario, me inquieto cuando descubro fallas, falsedades, corrupción. A mi edad, los temores son otros. No me gusta que me quieran asustar con amenazas de caos u otras catástrofes menores, pero igualmente temibles. No lo acepto.

A los que ya somos mayorcitos no nos pillan de sorpresa estas visiones interesadamente alarmistas cuando se ve venir el lobo. Es un deja vu que se repite una y otra vez.  No me refiero al final del franquismo: eso eran palabras mayores y salimos, sin embargo, airosos de la prueba. Hablo ahora de algo un poco más cercano: el comienzo de la transición. Cuando se celebraron las primeras elecciones generales de la democracia yo estaba empadronado en Cercedilla y hablaba con unos y con otros. Hablaba con los rojos, los azules y los verdes. Para Fuerza Nueva, que tenía cierta implantación en el pueblo por influencia de Blas Piñar, veraneante de toda la vida y persona cariñosa y afable con todos, UCD eran los rojos y el santo varón de Landelino Lavilla un potencial revolucionario. Algo similar ocurrió con Leguina, satanizado hasta tal punto que muchos no fueron al Aurrulaque del año en el que fue elegido presidente de la Comunidad. Era otro rojo peligroso. Hoy todo el mundo alaba su mesura y su buen sentido.

Mejor que no traten de asustarnos. Meter miedo no es nada liberal. Es curioso, además, que sean precisamente los que han tenido alguna responsabilidad en traernos a esta situación de crisis y de descrédito los que toquen la alarma por lo que pueda pasar. No ha sido culpa nuestra: lo que ha venido se estaba viendo venir desde hace tiempo y los políticos de toda la vida parecían no enterarse de ello. Han tenido que llegar otros nuevos para recordárselo y ahora los de siempre ponen el grito en el cielo. No, insisto, meter miedo ahora ni es liberal ni es de recibo.

Ah, y espero que nadie caiga en la tentación de matar al mensajero, porque este mensajero ya dijo en su momento lo que tenía que decir sobre el fenómeno Podemos. Y no es precisamente él quien ha contribuido a la extraordinaria irrupción de esta formación política en el panorama electoral. Ya me entendéis ¿no?.

Once burritos pasiegos

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 Los pasiegos ven crecer la hierba… pero los de transmiera la oyen.

Dicho popular

 

No es el título de una nueva película española. Pero pudiera serlo, una secuela o una precuela de los apellidos vascos. Esto es una historia real, una historia verdadera, no un invento de mi imaginación. Nunca la habría podido contar si un viernes reciente por la mañana no hubiese estado entrevistando para el Programa Relectores a Juan José Herrera de la Muela, presidente de la Sociedad Geográfica Española y hombre de muchas lecturas. Tuvo lugar la entrevista en la Biblioteca Nacional, y allí estaba, organizando y preocupándose de todo, Arturo Girón que es el Director de Comunicación de esa ilustre casa. “Me voy para Santander”, dije al finalizar, tratando de hacer cortos los trámites de despedida. “Ah, pues yo también me voy a Santander”, me dijo Arturo señalándome su mochila ya preparada y dispuesto igualmente a largarse lo antes posible: “tengo que ocuparme de mis once burritos pasiegos”.

No me lo podía creer, burritos y pasiegos, o sea de mi estilo y además once. Pues así era: los tiene en Entrambasaguas, en plena Montaña cántabra. Un amigo suyo le regaló los primeros: tres burritos “flacos, descuidados, huidizos –me cuenta Arturo-, acostumbrados a comer lo que buenamente podían encontrar”. Son pequeños, de pata corta y panza y morro blancos. Los podéis ver en la foto que acompaña esta entrada. La familia creció hasta llegar a once: un equipo de fútbol de burritos.

Arturo los quiere, los ha tomado cariño. Se nota en las fotos que me ha enviado. Me dice que el burro pasiego es un animal “muy listo, cariñoso y reflexivo”. Seguro que tiene toda la razón del mundo para decirlo. Al burro hemos acabado dándole un significado adicional polarmente distinto: qué “burros” llegamos a ser!. Menos Juan Ramón Jiménez con su Platero, claro. Ahora Arturo busca casas de acogida para algunos de ellos. Está haciendo un “casting”, me dice, acostumbrado a la terminología del mundo cultural en el que se mueve. No puede atenderlos a todos como él quisiera. “Mis burritos requieren cuidados y trabajo –advierte- pero a cambio te devuelven compañía, cariño y mucha serenidad”.

Después de darle unas cuantas vueltas al asunto, he pensado que este era un motivo cuasi perfecto para celebrar las cincuenta entradas de este blog. Pensaréis que estas entradas son improvisadas, pero no, ni mucho menos, como uno de estos burritos, he reflexionado mucho antes de decidirme: me he vuelto un poco burrito, un poco pasiego… Quizás, sin saberlo bien, vuelvo a los orígenes, a mis orígenes. Los primeros Sáenz de Miera que llegaron a Cercedilla a mediados del XIX provenían de Selaya, “la cuarta villa pasiega”, y uno de ellos, que no debía de tener un pelo de tonto, se casó con la hija del boticario que era, según se dice, guapa y rica. De esa unión nació mi abuelo Hipólito y de ahí vengo yo. O sea que soy pasiego, vengo del norte. Ellos, los burritos, también son pasiegos, también son del norte, pero su rebuzno, creo yo, es universal.

No me resisto a contar aquí una historia que nos sucedió a Paloma mi mujer y a mí en un hotel de los Alpes italianos, cerca de Bressanone. Estábamos en una amplia terraza con vistas a los picos y lindante con unas praderas en las que pastaba tranquilamente el ganado. La gente tomaba el té o lo que fuera en silencio y el ambiente era de lo más pacífico y distinguido, hasta que se me ocurrió hacer un experimento relacionado precisamente con el lenguaje universal de los animales. ¿Entenderían esas vacas alpinas el grito de llamada que se emplea en la Sierra de Guadarrama? “Pensat y fet”, me acerqué a la barandilla que separaba la terraza de las praderas y lancé el grito de guerra: “Borrega…borrega, borreeeeega…”. Todas a una las vacas levantaron los cuernos y se abalanzaron en loca carrera hacía la barandilla. La gente levantó la cabeza admirada y Paloma y yo tomamos las de Villadiego.

Era sin duda el mismo idioma. Se entenderá ahora que ese rebuzno de los burritos, tan incomprensible como reconocible, se dé en todas las partes por igual. Soy un paisano del mundo. O quiero serlo. Soy de un sitio que todos conocéis, con un acento que se me escapa cuando hablo con los de Cercedilla, con un paisaje detrás que me emociona y me explica, sin que pueda evitarlo. Pero también y al mismo tiempo, con un mensaje y un propósito que pretendo que se puedan entender en cualquier parte del planeta.

Me ha parecido que estos burritos pasiegos son un poco una curiosa mezcla de todo eso que yo pretendo con este blog. Tienen, además del rebuzno, una mirada universal. Quizás me haga con dos de ellos, si me deja mi familia….

 

 

 

 

CERVANTES , GOYTISOLO Y EL TEATRO DE LA VIDA

«No me pondré chaqué. Puestos a disfrazarme, usaría una chilaba.»

Juan Goytisolo

 

 

 

 Me cuelo con gusto en las celebraciones que han tenido lugar recientemente en torno al autor del Quijote. Todos tenemos derecho a reconocernos en esa nacionalidad cervantina de la que habló Carlos Fuentes y “a decir de la historia todo aquello que nos pareciere, sin temor que nos calumnien por el mal, ni nos premien por el bien que dijéramos della”, como escribe el propio Cervantes en el prólogo de su obra universal. Con este espíritu de libertad hablaré hoy de Cervantes y también del premio más importante de las letras españolas que lleva su nombre.

Reconozco que no sé mucho de la vida de Cervantes. Seguro que no fue del todo ejemplar. Ninguna lo es: del Rey abajo ninguna lo es. Pero el alma de Cervantes está en las palabras y en las historias que escribió, está, sobre todo, en la del ingenioso hidalgo que le dio fama universal y que me ha apasionado desde muy joven. Creo que fue en segundo de bachillerato cuando nuestro profesor de literatura nos “obligó” a leer el Quijote. Nunca se lo agradeceré bastante. No hice eso con mis hijos y me temo que algunos todavía no lo han leído. Los grandes de la literatura universal deben de ser siempre una gran aventura y un auténtico placer, nunca una obligación. Pero, en ocasiones, hay que forzar un poco la máquina porque lo cierto es que los mejores placeres exigen un cierto esfuerzo, una adecuada predisposición. Seguiré intentándolo con mis hijos…

Como tantos otros, he vuelto al Quijote varias veces en mi vida y puedo ahora presumir de que será mi primera lectura en el ebook que me acaban de regalar. Cervantes nos da más de lo que probablemente podíamos asumir: tolerancia, humor, idealismo, compasión, libertad. Todo ello con letras mayúsculas. Y nos enseña, claro, y sobre todo, la verdad de las mentiras, la verdad que hay en la ficción, la verdad que hay en la mejor literatura.
Libertad y verdad, dos palabras muy grandes, muy exigentes, que cuesta asumir y conciliar. Voy ahora al asunto de la entrega del Premio Cervantes de este año. Si alguien dice “a la llana y sin rodeos”, se arriesga mucho. Todos, en algún momento de nuestra vida, hacemos teatro, fingimos, no lo decimos todo, exageramos la nota, nos hacemos los “interesantes”. Algo de esto me pareció atisbar en el discurso de Goytisolo, en sus palabras y, sobre todo, en sus gestos. Cualquiera hubiera podido pensar que le habían obligado a aceptar el premio, lo mismo que a mi me obligó a leer el Quijote mi profesor de literatura.

Mejor “que reine la verdad y desaparezcan las sombras”, como nos dijo el premiado en su parlamento. Lo ha denunciado Fernando Aramburu y estoy de acuerdo con él: hay fragrantes contradicciones  en el “happening” que montó Goytisolo en presencia de Reyes y autoridades. Una muy evidente es decir en un momento de su discurso que no se trata de poner la pluma al servicio de una causa por justa que sea y salir al final con un extemporáneo guiño a un partido político. Nadie se inmutó y todos aplaudieron al final del discurso: con eso jugaba el premiado pero eso no está bien. En ocasiones nos engañamos a nosotros mismos, nos inventamos a nosotros mismos para que la realidad se ajuste a los deseos y sentimientos que un día tuvimos. A mi no me cabe duda de que Goytisolo quería el Premio Cervantes, quería tenerlo. Pensaba que se lo merecía. Imagino que se imaginaba pronunciar el discurso airado que finalmente hizo.

¿Quién no se recrea en una escena de venganza o de triunfo que finalmente no se produce? Me temo que a Goytisolo le llegó ese momento soñado. Era el momento de desquitarse. De dar la impresión de que desdeñaba un Premio, cuando realmente no era así. Pero sobre todo, en el fondo, creo yo, ese gesto airado no era más que una pose, una actitud estudiada desde hacía tiempo. El teatro de títeres, el teatro de la vida. Su discurso tiene miga, sin duda alguna, como hacer ver en su Pura Tura mi amigo Miguel Ángel Lama. En él hay motivos de indignación bien explicados que muchos compartimos. Sin embargo, creo yo, debajo él, en el fondo, no hay una actitud muy cervantina. No logra liberarse Goytisolo de los fantasmas que han transitado por su larga vida como lo hizo Quijano el Bueno en sus últimos años. No, no parece estar tan contaminado de Cervantes como nos dijo ese día. O quizás sí, quien lo sabe. Nada es casi nunca exactamente lo que parece. Casi siempre hay una cueva a cuyo fondo no logramos acceder. Puede que me equivoque.

LO QUE NOS PARECEMOS A NUESTROS HIJOS

 

 

 

Tenéis unos padres excelentes a quienes debéis respeto y cariño; pero ¿por qué no inventáis otros más excelentes todavía?.

 

Antonio Machado

 

En nuestra familia no se ha solido dar mayor importancia a las celebraciones que, quizás con un poco de ligereza, llamamos de “El Corte Inglés”: el día del padre, el de la madre, el de los abuelos, el de San Valentín etc. No creo haber recibido nunca un regalo en “mi día”. Si acaso, alguna felicitación esporádica expresada sin demasiada convicción. Pero este año se me ocurrió, cosas de la vida, pedir algo ese 19 de marzo, algo intangible. Algo útil, algo práctico, al menos para mí: algo que me pudiera servir para dar cuerpo a una de las entradas de este blog. Es decir, algo que necesito como el comer.

Lo que les decía a mis hijos, hijos políticos y nietos mayores era esto: “Este Día del Padre  quiero pediros algo y ese algo es que cada uno de vosotros echéis un vistazo a los periódicos de hoy me digáis qué noticia os ha impactado más, cual de ellas os ha sorprendido, os ha animado, os ha desanimado, cual de ellas os ha parecido curiosa, interesante o sorprendente”. Les daba un amplio margen a la elección, que se dejasen llevar por el instinto, por el corazón, por la cabeza…

Escribía antes que les pedía algo intangible, pero ahora veo que no es del todo correcto. En realidad, me doy cuenta, les estaba pidiendo tiempo y dedicación. Quería que pensasen en mí pensando como ellos piensan, sintiendo como ellos sienten. No sé si es esta es exactamente la pregunta que me guiaba, pero algo así podría ser. Todos contestaron con sus noticas. Las iba recibiendo poco a poco y era como si les viera acercarse sonrientes con su pequeño regalo en la mano. Y se lo sagradecía. Todos habían sido “ellos” mismos, o así me lo parece a mí, en las que eligieron. De una o de otra forma, cada una de esas noticias podría haber sido motivo de una entrada en este blog y ya caerá alguna, seguro.

Dice una canción de Serrat que a menudo los hijos se nos parecen. Sí, es verdad. Y viceversa también puede serlo: a menudo nosotros, los padres, los que  acabamos pareciendonos  a nuestros hijos, los que acabamos viendo las cosas cómo ellos las ven, acabamos sorprendiéndonos de lo que ellos se sorprenden, asustándonos de lo que ellos se asustan, queriendo lo que ellos quieren. No somos iguales, ni mucho menos, tenemos discrepancias, gustos diferentes, pero hay un aire de familia que me gusta aunque nunca creo haberlo intentado conscientemente. .

Este Día del Padre, me he llamado un poco a la parte,  lo reconozco, para que me escriban, para que me dediquen algo de su tiempo. Y, sobre todo, para que me den material para este blog que es insaciable. He sido quizás un poco egoísta, pero en la familia, la generosidad y el egoísmo han de convivir con cierta armonía, siempre que sea posible. Si ellos quisieran saber mis noticias preferidas también se las mandaría encantado, pero no caerá esa breva. Cada uno está en lo suyo, andan muy ocupados, y además no escriben blogs.

Apuntaré a continuación, mezclados aleatoriamente, sin dar nombres, los motivos que me dieron hijos y nietos en sus respuestas: Gracias a un oportuno tuit se para una escuela de conducción de coches en los aledaños del Parque Nacional; Cospedal es partidaria de desalojar a quienes piten el himno nacional en la final de la Copa del Rey; La artista Toshiko Horiuchi crea zonas de juego para niños tejidas a mano con nylon de colores; Los científicos se rebelan contra la reapertura de Altamira; El impacto del dinero en las separaciones y los divorcios; La “lotería” de tener o no derecho a un medicamento caro según la comunidad autónoma en la que se vive; La celebración del mundial de fútbol de 2022 en Qatar será en invierno, por motivos puramente económicos; El emepresario Amancio Ortega sigue aumentando su impresionante fortuna;  El video electoral de Vox en el que augura la “invasión” de Andalucía por los musulmanes en 2023; Un estudiante pega una patada a una señora y lo graba por una apuesta.

Eso es todo, creo, y es mucho. Hijos y nietos han sido, en esta ocasión, generosos conmigo. Me han dado contenidos, ideas, motivos. Pero sobre todo me han mostrado un poco de cómo son ahora, y atisbos de cómo pueden ser mañana. Me han dejado ver como nos vamos pareciendo cada vez más a ellos. Exactamente eso que da el título a esta entrada. Me han dejado ver lo diferentes que somos y lo mucho que nos parecemos. Qué cosas.

LA CORBATA DE LOS OCHENTA

 

 

El talante del hombre se adivina por la manera de llevar el bastón”

 Balzac

No es una cuestión personal. No lo es porque no hablo de mí exactamente. O eso creo. Me refiero a la forma de mantener el tipo con la mayor dignidad posible cuando se llega a los ochenta. En realidad hablo de oídas, de amigos que conozco, de gente que me cuenta, de gente a la que observo. Me planteo una pregunta que, no es, me parece, un asunto baladí y por eso la traigo a este blog: ¿Qué corbata te pones cuando tienes ochenta?. Cuando tienes ochenta tacos, quiero decir, no ochenta corbatas (que también puede ser un problema, por cierto, tener tantas para elegir sólo una).

Decidí hacer un trabajo de campo. Y lo hice. Fui a tiendas especializadas para buscar respuestas. Me gusta dar un carácter práctico a estos artículos –el de la fórmula del Dry Martini tuvo un éxito espectacular y no es culpa mía si algunos se lo tomaron al pie de la letra y están pagando ahora las consecuencias-. El riesgo es mucho menor con esto de las corbatas sobre todo si tomas la precaución de preguntar a los que saben y vas, como yo fui, a tiendas “buenas”. Todos me dieron respuestas serias porque entendieron que la pregunta era seria. Todos eran especialistas en corbatas pero ninguno tenía ochenta. Con ochenta tienes libertad para ponerte lo que quieras, me decían algunos. Eso está muy bien. Suena muy bien. Pero a mí me huele un poco a chamusquina. Cuando te dan tanta libertad es que ya no te van a hacer mucho caso, creo yo.  Con ochenta a tus espaldas ya estás un poco al límite, en los márgenes, y no viene mal saberlo, pero creo yo, con todo,  que si pones un poco de empeño en el asunto puedes acabar convirtiéndote en un verdadero dandi, en el mejor de los sentidos. Eso es lo que me aconseja siempre Paco, mi sastre amigo -culto e ilustrado como saben los seguidores de este blog-  al recomendarme corbatas «clásicas». Me fio mucho de él pero dentro de unos limites: en ninguna parte está escrito que un octogenario tenga que quedarse ahí, a verlas venir, desde su corbata de lunares azules. El inmovilismo a esas edades puede ser peligroso, letal incluso si nos da por exagerar un poco. También puede ser todas esas cosas dejarse llevar por la depresión y las corbatas grises. Que todo puede ocurrir, que todo puede pasarte. Difícil será por otro lado que la tentación del «sincorbatismo» no aparezca en algún momento -ya para qué, y cosas así-, pero es evidente que no deja de tener sus riesgos por aquello de las arrugas y otras hierbas. Muchas cosas empiezan a ocurrir y a decantarse a partir de los ochenta y la   cuestión es por donde quieres ir, qué dirección vas a tomar. Es una decisión que tienes que ventilar cada mañana al levantarte. O, mejor, un poquito después, cuando ya has abandonado del todo las ansiedades y/o las ilusiones del sueño de la noche y te miras al espejo. Empieza el día y tienes que empezar a decidir. ¿Con qué corbata salgo, con qué espíritu emprendo la jornada, con qué arrestos me enfrento a las rutinas y las dificultades que pueden ir apareciendo en el camino…?.

El único propósito de esta entrada es encontrar una respuesta adecuada a esas preguntas vitales, esenciales. Una respuesta para cada día que pasa. Porque la corbata, como la vida, es una ilusión. Una verdadera ilusión que sólo sirve para seguir pedaleando como un auténtico campeón, manteniendo una figura digna de lo que quieres ser, de cómo quieres que te vean; de hacerte entender, de cómo quieres que te entiendan. Y así sucesivamente. A los ochenta tienes más arrugas, tienes poco pelo, y el que te queda es casi todo blanco. Tienes mucho pasado y una sola pregunta a la que tienes que dar respuesta cada día: ¿Qué corbata me pongo hoy? Esa es la cuestión, la verdadera cuestión, la cuestión personal que no es mía. Porque yo no he cumplido todavía ochenta: es solo una ilusión de mi familia, de mis amigos. No pasa nada, con todo, si decidís mandarme algo. Nunca viene mal. Aunque no creáis que confío mucho en estas llamadas a la generosidad: la colecta para la compra de un nuevo Smartphone cuando perdí el primero, fue un fracaso total. Recibí, eso sí  muchas adhesiones: palabras. palabras, palabras como dijo Shakespeare cuando todavía era joven ….

 

EL REY: MÁS ALLÁ DE LAS ENCUESTAS.

«El Rey goza de una gran popularidad, tiene la simpatía de la gente, y ganaría sin duda unas elecciones»

Pablo Iglesias

Artículo publicado en ABC 21 marzo 2015

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Parece como si las encuestas condicionasen y limitasen la vida social y política en estos tiempos que nos toca vivir, tiempos electorales. Las cosas cambian sutilmente, o no tanto, de una semana a otra, de una encuesta a otra. El horizonte para los políticos, para el gobierno y para la oposición, para los nuevos partidos emergentes, lo marcan las expectativas que dictan las encuestas.

El Rey está fuera de ese juego pero entra también en ellas. Y gana: Felipe VI ha aparecido en los sondeos recientes como el personaje «político» más valorado del país. La monarquía ha de estar siempre por encima de la inmediata disputa partidista, más allá de las sensibles y fluctuantes oscilaciones de cada momento, pero considero que es muy significativo y saludable que la sociedad española tenga esa buena imagen del joven monarca. A su padre, al Rey Juan Carlos, le legitimó su ejecutoria: superó obstáculos, situaciones difíciles, se construyó a sí mismo.

Del Príncipe de Asturias se decía que llegaría al trono porque sí y con «todo hecho». Lo primero me parece incuestionable –eso es la Monarquía-, lo segundo no tanto. Con todo hecho, sí, en cierto modo, desde una perspectiva, pero también con todo por hacer, con un margen muy sutil para ganarse el respeto y el reconocimiento de los ciudadanos en unas circunstancias ciertamente complicadas. No deberíamos de olvidar que para muchos eso de “ganarse el respeto” parecía misión poco menos que imposible. Felipe VI lo ha logrado con toda naturalidad, sin que haya ocurrido nada «especial» que lo justifique, sin gestos ni discursos espectaculares, sin estruendos ni alharacas.

A algunos –probablemente a bastantes- el alto refrendo popular conseguido por el Rey puede sorprenderles. A los que tuvimos oportunidad de verlo crecer y madurar de cerca no nos extraña nada. Conocí al Príncipe de Asturias cuando era todavía un niño. Así al menos lo veía yo, en un acto en el que le entregamos un libro escrito para él por personalidades relevantes del mundo de la cultura y dirigido por Laín Entralgo. En ese acto, eL Rey Juan Carlos transmitió a su hijo cosas sustanciosas sobre la monarquía, la democracia, la libertad y la cultura; cosas que el joven Príncipe escuchaba un tanto cohibido, me parecía a mí, ante gente tan importante como la que tenía alrededor. Pero daba la impresión de “beberse” las palabras de su padre, de entenderlas y hacerlas propias

A partir de entonces he tenido el privilegio de tratarle con alguna frecuencia. Le hablé distendidamente de mi “obsesión” de entonces por el mayo francés. Como a todo el mundo solía preguntarle que donde le “pillaron” aquellos Sucesos, también se lo pregunté a él y se moría de risa: «en pañales, en pañales», decía. Claro, acababa de nacer. Me escuchó con suma atención y se interesó sobre todo por los célebres eslóganes de la Sorbona. “Pero lo verdaderamente importante sucedió en las fábricas», le insistía yo, y creo que se quedó con ello porque en ocasiones me lo recordaba: “en las fabricas, en las fábricas”.

Contaré otra historia que define muy bien, creo yo, su carácter y su forma de hacer las cosas. Cuando concedieron a Andrés Rábago, El Roto, el premio de periodismo Cerecedo, el entonces príncipe no asistió como había hecho en otras ocasiones. “Es porque sabe que soy republicano”, me dijo El Roto. A mí me extrañó mucho aquello y lo comenté con el que era entonces secretario del Príncipe y es en la actualidad Jefe de la Casa del Rey. “Eso es impensable en don Felipe” me dijo. Le invitaron a una audiencia y El Roto no salió de ella convertido en monárquico pero sí convencido de que era una persona seria y atenta. “Da confianza”, me dijo Rábago.

Da confianza, sí, transmite seguridad, calma. Da lo que tanta falta hace en los tiempos que corren. Entiendo muy bien que gane en las encuestas. Me sorprendo viendo a aquel niño convertido en Rey y me alegra comprobar que el trono le ha cambiado poco: en todos sus gestos, en la manera de mirar, de acercarse a la gente -siempre como pidiendo perdón-, en su humildad que no es impostada, sigo reconociendo al príncipe que conocí. Es el Rey que cabía esperar, el que necesitamos y queremos muchos españoles, no sé bien cuantos. A mí edad ya no tengo necesidad de actuar como un cortesano agradecido ni como un nostálgico de nada. Creo que Felipe VI puede desempeñar un papel importante en estos tiempos convulsos. Simplemente con estar ahí, con ser cómo es y actuar como lo hace. Está más allá de las encuestas, por más que algunos lo animen a presentarse a las elecciones. No es su misión, no es su papel, no es su razón de ser. Es el eje perfecto para mantener el equilibrio de nuestro sistema democrático.

ELOGIO DE LA RISA: ENTRE JARDIEL Y BIRDMAN

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“El que hace humorismo piensa, sabe, observa y siente”

Jardiel Poncela.

 

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«Finjo en cualquier momento y lugar, menos en el escenario»

Birdman – Iñárritu.

 

No hay nada cómico fuera de lo que es propiamente humano, dice Bergson en su famoso ensayo sobre la risa. Sólo el hombre ríe: risas afectadas, risas falsas, o risas que nos salen del alma, que nos liberan. En los tiempos que corren, estaréis de acuerdo, necesitamos recuperar la última, la verdadera, la que nos libera, la que nos ayuda a sobrellevar los pesares de la vida. Y la vida casi siempre da risa si sabemos dar con el ángulo adecuado.

Todo esto para hablaros de Jardiel Poncela. Escritor y dramaturgo español, un poco olvidado, Jardiel nos sorprendió y nos alegró la vida a los de mi generación. He vuelto a él de forma casual y he recuperado mi viejo entusiasmo jardielesco. Un compañero mío de colegio, Víctor Olmos, destacado escritor y periodista acaba de publicar una biografía de Jardiel que, según los entendidos en la materia, es la más completa y documentada de las publicadas hasta ahora. No lo digo solo  yo, lo dice  hasta el nieto de Jardiel que colgó este post en Facebook.

Víctor me llamó para invitarme a la presentación de “Haz reír, Haz reír” que así se titula su libro. “Vas a disfrutar cuando lo leas”, me dijo, “porque entre tú y Jardiel hay muchas similitudes: cortitos de estatura, la calle de Hortaleza y el colegio de San Antón y, para rematar, me cuenta algo que yo no sabía y es que parte de su obra Jardiel la escribió en la Sierra de Guadarrama. Eso era mucho, pero para “picarme” aún más va y me dice que sus versos “festivos”, los de Jardiel, son parecidos a los míos. “no son tan malos, es cierto, pero tienen un aire” . No necesitaba más: enseguida me hice con la biografía. Y me la tragué de un tirón.

Se cuenta en el libro que hubo una época en la que Jardiel andaba mal de dinero y escribía lo que fuera para poder llegar a fin de mes. En uno de esos escritos “alimenticios” escribió, en colaboración con Alady, un humorista valenciano, un canto a Castellón de la Plana para “compensar” el éxito “insoportable” del Himno a Valencia. Les salieron estos versos: “Tus mujeres son bellas por excelencia: / Las hay de cien estilos y pesan tantos kilos como las de Valencia/ Y no es Valencia sino en Castellón / donde las mujeres más hermosas son”… Parece ser que al general Primo de Rivera se le saltaban las lágrimas cuando leía o escuchaba este cuplé. Y no es para menos..

Podría haber colado… Pero no, ya sé que no… Seguro que los expertos jardelianos  han descubierto ya que los dos últimos versos no son auténticos, que los he puesto  de mi propia cosecha. Pero es que Jardiel contagia su humor, su forma de reír y reírse escribiendo. Jardiel soy yo, después de haberlo leído, mucho peor, naturalmente, pero  no paro de versificar y bromear. Y ya con la vena poética a flor de piel me sale este otro verso al hilo de la más rabiosa actualidad: “Un ático en Estepona /hizo a Gonzales finir/ ¡Ay que duro es el destino!/ como yo suelo decir”. Olvidaos  por favor de este engendro. Los chistes políticos son, en general, malos, baratos, ventajistas- Jardiel no era especialmente crítico con la política sino con la humanidad, esa humanidad que nos incluye a todos, aunque unos sean más humanidad que otros…

El humor de Jardiel es inteligente, moderno, vanguardista, universal. Sus textos siguen dándonos risa. Estoy seguro de que a mis hijos, si se animan, les harán gracia, les darán para pensar. Dicen los críticos que la de Jardiel es la risa moderna. Sus salidas te cogen siempre por sorpresa. En todo chiste, según Freud,  hay una parte de desconcierto y otra de esclarecimiento. La risa es el producto de una “espera decepcionante”, vuelvo a Bergson.

Con estas citas eruditas ya subo el tono y me voy, fijaos que lejos, a Birdman, esa película que ha ganado tantísimos Oscar. Dice Juan José Millás en El País que todos esos ingredientes se dan también en el film  de González Iñárritu. El desconcierto está en su primera parte  y el esclarecimiento, lo que provoca la risa, en la segunda. A ver si lo descubrís. Algunos mexicanos dicen, descontentos, que no es realmente una película “mexicana”. Creo que se equivocan: claro que lo es, y mucho. Enlaza con la tradición del mejor humor negro, y eso es muy mexicano. Y veo en ella mucho del humor al estilo Jardiel. Hay que reír, hay que reír, con sabiduría y generosidad. La risa nos ayudará a ver la luz al final del túnel. Y si no fuera así eso que saldríamos ganando.