«El humor es la manifestación más elevada de los mecanismos de adaptación del individuo.»
Sigmund Freud.
Fui a ver “Ocho apellidos vascos” con Álvaro Bermejo, mi amigo donostiarra, novelista, inteligente y culto. Y además vasco. Imposible ir mejor acompañado. Nos habían dicho que la película no era muy buena, pero yo le animé: “nos vamos a reír, ya verás… y lo mismo nos da alguna pista”. Creo que yo me reí más que él, o así me lo pareció. Él no dejaba de mirar al público y, según me comentó luego, se quedó muy impresionado de su reacción: carcajadas continuas e incluso aplausos. ¿Qué significaba aquello? ¿Cómo se podía interpretar aquel éxito espectacular en el estreno?
Dudábamos de que en el País Vasco el interés por la película hubiera sido el mismo, pero pronto supimos que sí, que tanto o incluso más que en Madrid. Solo en Guipúzcoa la habían visto ya más de sesenta mil personas y en los cines de Bilbao y Vitoria se habían formado largas colas el último fin de semana. “¿Y en el Goyerri qué?”, me insistía Álvaro. Pues no lo sabía; sí que sabía que en el periódico Gara se habían criticado cosas tan curiosas como que los artistas no fueran vascos -uno sí lo es- pero no era de extrañar que en el entorno abertzale no se viera con agrado esa desmitificación de algunos tópicos vascos -y no solo de puro folklore- que consigue con una buena dosis de ternura la comedia de Martínez Lázaro.
Sé que algunos pensarán que le estoy buscando tres pies al gato, que se trata de una simple película comercial que ha logrado captar la simpatía del público porque es ingeniosa y hace reír y que eso es todo. Pero yo tengo la impresión de que el éxito de “Ocho apellidos vascos” significa algo más. No me es fácil explicarlo, pero creo que nos puede llevar a pensar que algo está cambiando en el País Vasco y que es eso lo que nos hace reír con risa sana y aplaudir con esperanza. Ésta es, claro está, mi interpretación, y ya se sabe que caigo con frecuencia en el “buenismo” y que soy un optimista impenitente. Me costó bastante trabajo lograr que mi compañero de butaca, mucho más conocedor de la situación vasca y más cauto, aceptase que la película desmitifica -aunque sea a esa manera epitelial- una contienda atrapada en un choque de conceptos y que acerca territorios por la vía del humor. Algo es algo y, a mi juicio, no es poco.
Es sabido que el tono y el enfoque de “Ocho apellidos vascos” cuelga en parte de un programa de humor de la televisión vasca, “Vaya semanita”, que tuvo un enorme éxito y que ya anticipaba la visión de humor y autocrítica que ahora se plasma en esta divertida comedia Es decir, que llueve sobre mojado. De ello, de ese caldo de cultivo favorable que me parece percibir en la realidad vasca de hoy, tuve otra prueba el verano pasado en un plano muy diferente. Fue con motivo de una excursión a las campas de Urbía, uno de los paisajes más bellos de Guipúzcoa en las faldas del Aizkorri. En el refugio posada cercano a las campas descubrí que aquel año habían desaparecido las fotos de etarras y las pintadas que “normalmente” inundaban el local. Le hablé de ello a Kepa, el paisano que atendía la barra, y enseguida entendió por donde iba la cosa: “es que son otros tiempos”, me dijo. “¿Lo eran de veras?”, pregunté a mi familia cuando volví a Deba. “Sí y no”, fue la respuesta contradictoria que recibí de hijos y amigos. La desconfianza y el miedo seguían, de algún modo, latentes, me decían, pero se podían observar señales alentadoras. (“Dudas y deseos en Urbía” publicado en ABC 16/09/2013) Ciertamente algo estaba cambiando, algo está cambiando… pensaba yo con mi bienintencionada terquedad.
El estreno de la película de Martínez Lázaro me parecía una buena piedra de toque para constatar si estábamos realmente en esos “otros tiempos” de los que me hablaba Kepa. ¿Serían capaces los vascos de reírse de sí mismos y de sus tristes tópicos? Parece que sí y eso es para mi una señal, una buena señal, de que algo se está moviendo y removiendo en la sociedad vasca en los últimos años. Algo bueno, algo que tiene que ver con la libertad, la naturalidad y el buen humor. Porque si somos capaces de reírnos de nosotros mismos, entonces, estamos salvados, entonces todo lo demás no importa, o importa menos. Así que bienvenidos estos «Ocho apellidos vascos». Puede ser que os digan que no es buena y lo mismo tienen razón, pero creo que si vais a verla os divertiréis. Y si además salís pensando que algo ha cambiado en el País Vasco, mejor que mejor.
Vas a acabar consiguiendo que vaya a verla. Aunque tendré que esperar cola porque me dicen que las dos capitales donde más está recaudando son Barakaldo (en Bilbao ya solo quedan dos cines comerciales) y Sevilla. Curioso, como si se tratase un trasunto del propio guión.
Doy fe de todo lo que cuentas, Antonio, pero frente a los Ocho… sigo en mis trece. ¿Realmente algo está cambiando? Te brindo un apunte más. El día de la muerte de Adolfo Suárez -luto nacional-, solo hubo un ayuntamiento que no puso su bandera a media asta, el de San Sebastián. No fue un mero gesto político, detrás hay 300.000 votos. Y lo más curioso, lo de la autoironía no es nuevo en el PV. EN los años más duros de ETA causó furor una revista -Euskadi Sioux-, surgida del entorno de la izquierda abertzale, que se reía de todo y de todos, incluidos ellos mismos. Luego vino el fenómeno Vaya semanita y finalmente estos Ocho apellidos vascos que -te avanzo una exclusiva-, tendrán una segunda parte.
Con todo y con eso persevero en lo que te apunté a la salida del Proyecciones: por el sentido del humor los conoceréis -tanto a los individuos como a los pueblos-. Empleo el lenguaje evangélico por no citar al Eclesiastés (7:5-6): «Como crepitar de zarzas bajo la olla, así es el reír del necio».. Y es que, de entre las infinitas clases de humor, lo hay para todos los gustos, aunque no siempre para todos los públicos.
La cinta de Martínez Läzaro está más cerca del costumbrismo zarzuelero a lo Toni Leblanc que del humor corrosivo de Azcona y Berlanga, tiene un cierto aire a Bienvenido al Norte, y queda a años luz del toque Lubitsch. Porque el humor, cosa bien distinta de los humores, flujos del cuerpo animal, alcanza su culminación, lejos de la sal gruesa, en la ironía inteligente. Esta no surge de una cantera inagotable ( o mejor, agotadora) de chistes fáciles, guasas y chacotas, como es el caso de Ocho apellidos vascos, sino de la sutileza, el control de la trama, la oportunidad y la calidad. Nunca de la cantidad. Por ello saboreamos la ironía como un licor exquisito, Cuando deriva en mordaz, satírico y ácido, que no amargo, hablamos de sarcasmo. Uno y otro serían algo así como el dr Jeckyll y Mr Hyde del humor inteligente. El caso que nos ocupa no pasa de ser una versión light del humor de altura. Pero, de acuerdo, Celebrémosla, porque el país no da para más. Ya es mucho que esta segunda Transición se implemente por la vía del humor frente a tanta crispación. Nunca es tarde para descubrir que vivimos atrapados en nuestra propia caricatura.
Sigues en tus trece Álvaro y yo voy a intentar explicar porque sigo en mis Ocho…
Tratas dos aspectos muy diferentes;
uno es sobre la calidad de la película, algo que comos sabes bien no era el tema de mi entrada. A mi me divirtió y creo que a ti también algo, pero estoy de acuerdo contigo en que el humor de Berlanga o Azcona es infinitamente mas sutil. Seguramnete tienes razón no es una gran obra cinematografica.. Pero mi tema era otro y como tu también lo tocas allá voy.
Lo que me preocupaba, o mejor lo que yo deseaba y quería defender era que la realización y el exito de los OchonApellidos podía considerarse como una prueba de que algo estaba cambiando para bien en el País Vasco. Desde el principio tu no estabas tan seguro de que eso fuera verdad; dudabas de que las risas y los aplausos que te sorpendieron aquí en Madrid se pudieran exportar a Bilbao o a tu San Sebastian. pero tu mismo me enviaste una notica del Diario Vasco que hablaba del exito arrollador que estaba obteniendo en todas partes. Algo está cambiando Álvaro a pesar de los de Bildu y de lo que cuentas que ocurrió en Donosti en el duelo de Suarez.
Comprendo bien que los que habeis vivido más directamente la tragedia de vuestro país seais más cautos y os cueste abandonar la desconfianza, pero hay que agarrarse a un clavo ardiendo. Quizás es eso lo que yo quiero decir y lo que quieren decir los espectadores que aplauden al final de la proyección. Bendito sea el humor, aunque no sea tan fino como a ti te gustaría, que nos trae alguna esperanza al menos a algunos..
Yo no ví la película, pero te aseguro que en Barcelona ha habido comentarios muy buenos y hay gente que se ha reido mucho. También hay comentarios adversos. Es natural
Querido primo, yo no he visto la película, pero me gustaría creer que realmente algo esta cambiando en el País Vasco, que ya va siendo hora.